La pantalla del ascensor de mi casa lleva bastante tiempo estropeada. Deberían aparecer un bajo, una entreplanta y seis pisos. El problema es que el ... bajo se identifica con el 1, que se repite al siguiente y luego los pisos siguen correlativos hasta el teórico 4, que se convierte en B. El 5 por algún motivo es -18 y el 6 es un decepcionante 6. Si se lee de corrido: 1,1, 2, 3, B, -18, 6.
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La otra mañana, mi vecina doña Paquita se dio cuenta del asunto. Bajaba del sexto a la entreplanta a visitar a una vecina, pero con los nervios en vez de la E (el panel de mandos sí se guía por la lógica) le dio al 3. Así que cuando el ascensor llegó a la B, y quería salir, le tuve que decir que no, que tenía que esperar al primer 1. “Hijo, está esto un poco lioso”.
La cuestión, fuera de su enfoque marxiano, no tendría importancia, al fin y al cabo, todo el mundo suele saber dónde está y dónde quiere ir (en un bloque de vecinos, digo). Pero me dio por recordar que una de las cosas que yo más disfruté cuando me iniciaba en el intrincado mundo de los números era contar los pisos que iba recorriendo el ascensor. Entonces no había pantalla digital y el avance lo marcaban los dígitos pintados en las puertas (no había compuerta de seguridad) que parecían subir o bajar, ellas y no tú, según el sentido del viaje. Qué disfrute decir “mamá, ahora viene el 5” y señalar con dedo triunfal. Y mi madre: “ten cuidado, anda”.
Me imaginaba a ese niño en mi portal, posiblemente volviéndose loco, porque ya pueden tener autoridad los padres o los profesores para desdecir a una pantalla luminosa. “¡Pero de dónde te sacas eso de 3, B, -18, 6!”. Una vez que una idea entra en la cabeza de un niño...
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Todo esto a propósito de la tilde del solo: a mí me da igual la Real Academia Española, pues yo la pienso poner, pues yo nunca la he quitado, qué sabrán cuatro academicuchos. Estas cosas. Y, más allá de alguna cuestión particular, creo que no nos enardece el amor a esa rayita, sino el amor a cuando fuimos niños y la aprendimos.
Nos rompe los esquemas que algo que conseguimos saber, seguramente con esfuerzo, no sirva. Estuviera mal. Aprendimos que después del 3 va el 4 y no la B, a diferenciar tú de tú, sí de si y sólo de solo. Confiamos a ciegas en quien nos lo enseñó en un tiempo en el que cimentamos tantas certezas.
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Cuando se te grababan a fuego frases que ni siquiera entendías. “Rafi Escobedo asesinó a los Marqueses de Urquijo solo o en compañía de otros”. Todo aquello que la tele convertía de inmediato en inmortal, al menos para nosotros: no merece la pierna, ya ves truz...
Ojalá toda la pasión en defender siempre las mejores condiciones y medios (¡públicos!) para esos profesores y profesoras que nos acompañaron en ese proceso de estrenar mundo y descubrir sus mecanismos. Y ahora, a aclarar si fue solo o en compañía de tilde.
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