No les digo hasta dónde estoy del “sí es sí”, aunque no es difícil de imaginar. Usted también, ¿verdad? El único axioma respetable que acepto ... es el que afectaría a la investigación, al constante reto humano: “decir no al no”...
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Centrémonos: ¿España es un país serio y democrático, o es una verbena de imbéciles sueltos? A tenor de lo que vivimos, es ya cualquier cosa menos un país serio, si exceptuamos a quienes sí lo construyen cada día ya sea subidos a un “John Deere” en cualquier tierra de Castilla, o sentados en un despacho en la Torre Picasso de Madrid.
El “imbecilismo” se ha convertido en un grupo político y social que no solo opina —y hoy cualquier imbécil tiene un altavoz a mano para hacerlo— sino que nos gobierna y, lo que es peor, nos legisla, porque más allá de unos políticos normalizados en su ignorancia, el verdadero problema es el legislador. Darle a esta gente la capacidad de legislar, como le damos con nuestros votos, es de una insensatez que asusta, y la Ley del “sí es así” es la prueba del algodón. ¿Cómo alguien como Irene Montero puede haber promovido semejante bodrio legal? ¿Cómo nadie en la alta Administración puede frenar los desmanes y necedades? ¿Cómo el Parlamento de una nación seria puede permitir que auténticos pilotos suicidas se sienten en sus escaños? No, no me vengan con que la democracia es así, que no vale todo, mis queridos ilusos: poner de candidatos a irresponsables e irresponsablas, inútiles e inútilas, palmeros y palmeras, niñatos y niñatas, resentidos y resentidas, no es democrático, como no lo es votarles. ¿Es democrático votar a favor de una dictadura como vemos que está sucediendo en tantos lugares? ¿Es democrático que en el avanzado Occidente estemos perdiendo libertad y libertades? ¿Es democrático utilizar la artillería burocrática para esconder el caos normativo que solo tiene por objeto recaudar para alimentar a un sistema enfermo y corporativista? No, la democracia es otra cosa, algo de lo que ya casi nadie habla sencillamente porque es lo que se está promoviendo: su olvido. ¿Qué eran la democracia, la Constitución, la Transición...? La juventud pronto dejará de sentirse parte de un sistema organizado y coherente, para pasar al limbo de la utopía digital y del mantra radical de izquierdas: el dinero no es de nadie y el pasado tampoco, ¡viva el relativismo! Imbéciles (e imbécilas) al poder. En ello están.
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