“Feminismo” no es lo contrario de “machismo”. Habrá muchos de ustedes que ya lo sepan, pero ante la duda, permítanme comenzar con la aclaración. ... El feminismo no defiende la superioridad de la mujer con respecto al hombre. El feminismo defiende la igualdad de ambos. Así que, por defecto -y de nacimiento- todos deberíamos ser feministas.
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Por eso, desde pequeña me ha molestado que exista el “Día de la Mujer Trabajadora”. Creo que quien eligió el nombre no estuvo afortunado. Que si lo que quería era celebrar la incorporación de la mujer al mercado laboral, debió haberle puesto “Día de la Mujer ASALARIADA”. Porque “trabajadoras” las ha habido siempre, y mucho. Mujeres trabajando en casa, deslomándose a diario y durante toda la vida –que aquí no hay jubilación- para cuidar de sus familias. No conozco un trabajo tan necesario y a la vez tan poco agradecido.
Yo no quiero que me discriminen por ser mujer. Igual que tampoco exijo privilegios por ello. Lo justo es que, a igualdad de oportunidades, después sea la “meritocracia” –el esfuerzo y la valía- la que decida qué persona ocupa cada puesto. Al margen de su sexo.
Obviamente, algo ocurre para que la realidad sea bien distinta. Para que las mujeres hayamos tenido reservado siempre un papel secundario y silenciado. Echen un ojo si no a cualquier manual de Historia. Encontrarán pocas científicas, filósofas, o presidentas de un gobierno que hayan conseguido hacerse un hueco y trascender, en comparación con los cientos de hombres.
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Cada 8 de marzo tengo sentimientos encontrados. De saber que aún hay que pelear mucho para romper el “techo de cristal”. Por ellas, por nosotras, por mí misma. Pero también siento incomodidad y rabia por quienes se apuntan a la moda. Porque efectivamente, tenemos la suerte de que el feminismo se ha puesto de moda y hay que aprovecharlo. Pero también nos toca aguantar a quienes se suben al carro del postureo a nuestra costa.
Siento rabia por las marcas y partidos que se quieren adueñar del día. No me verán detrás de ninguna de sus banderas. Siento rabia por quienes pretenden decirme lo que tengo que pensar y de qué forma. Si debo o no debo hacer huelga. Y que me coloquen etiquetas tanto si la hago como si no. Señoras, señores: seamos libres. No pretendamos dar o quitar a nadie el “carné” de feminista. La pelea se hace todos los días del año y hace falta más feminismo. Feminismo a secas.
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Tampoco me convence esa idea de algunos de imponer que la dirección de una empresa –por ejemplo- esté compuesta al 50% por hombres y al 50% por mujeres. ¿Y si tiene que haber un 80% de mujeres? ¿O un 40%? Insisto: que nos den igualdad de oportunidades y decida la meritocracia. No el sexo. En todos los ámbitos, en todos los sentidos.
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