Salamanca arde al sol de poniente. El calor sofocante, el fuego que no para, la impotencia ante una naturaleza devorada por las llamas desmedidas. Todo ... son columnas de humo inmensas que suben a los cielos de plomo. Ruge el monte, brama herido y las pavesas se dispersan como las cenizas de un muerto desde lo alto de un risco. Huele a quemado, a resina incendiada, a desastre, a devastación. No hay manos suficientes que detengan el fuego en los montes que están sucios y abandonados al libre albedrío de la maleza.

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Montes olvidados por el hacha que, con destreza, debería cuidar. Pero no hay dinero. Sólo un cuidado continuo impide que el fuego se apodere de todo cuando las tormentas secas bombardean con rayos esta tierra amada o la imprudencia del hombre lo desencadena. Este ojo que observa se pregunta y reflexiona sobre la Comunidad Autónoma de Castilla y León que, con una extensión de 94.226 km2, es la más grande del territorio nacional; alberga unas importantes zonas de sierra y bosque... tiene una riqueza cinegética en libertad única como el lobo, el ciervo, el corzo, el jabalí, la cabra hispánica,...multitud de aves, y por supuesto animales menores; además es una comunidad con un sector primario riquísimo compuesto por una cabaña ganadera envidiable (bovino, ovino, caprino, porcino...) y que necesita de pastos y monte, para desarrollar todo su potencial ganadero, amén de las importantísimas extensiones de cereal.

Antiguamente también se cultivaban los montes y se arreglaban las laderas construyéndose los bancales, esos espacios exclusivos dispuestos de forma horizontal en terrenos con desniveles, de gran aprovechamiento donde se pueden obtener importantes rendimientos, porque se trata de zonas con terrenos bien aireados donde las raíces pueden desarrollarse con bastante soltura al captar mejor los nutrientes. Además en los montes los animales pacían y se alimentaban de los recursos in situ, el monte era también fuente de energía, pues nutría a los vecinos de los pueblos de la leña necesaria para cocinar y calentarse en los largos inviernos de la Submeseta Norte. Pero todo eso hoy...es historia. Sabemos que el territorio no vota y si le unimos el doble abandono de las zonas rurales, primero por los jóvenes y luego por las Instituciones, es imposible recuperar el latir del campo. Como no hay votantes no se invierte y como no se invierte, no hay votantes. Un territorio encadenado y condenado a un destino terrible: el de desaparecer. Lo gracioso del tema es que no sé de qué nos vamos a alimentar. Mientras tanto nuestra verdadera riqueza la devoran las llamas, 25000 ha en La Culebra, otras tantas el año pasado en la Paramera de Ávila y ahora la Sierra de Francia y Las Urdes... Mientras los bomberos y las gentes del lugar se dejan la piel, corren las lágrimas como ríos de tinta por culpa de una administración que no se da cuenta de que nuestra riqueza está en el territorio y si arde, morimos todos.

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