Entre los prodigios que se atribuyen a San Vicente Ferrer está la resurrección de una mujer en las inmediaciones de la actual calle del Monte ... Olivete, que formaba parte del huerto de San Esteban. Fue una resurrección curiosa porque el santo “despertó” a una mujer que iban a enterrar y pidió que fuese llevada a su presencia. Entonces le preguntó si quería volver a la vida o continuar en su estado y eligió este, o sea, seguir muerta. Seguramente se encontraba mejor en el más allá que aquí entre sus cercanos. Bernardo Dorado, que lo narra en su Historia de Salamanca, le da más pompa, pero la sustancia es lo que acabo de contar. También se cuenta, entre las leyendas salmantinas, que la Marquesa de Almarza María de Moctezuma, siendo velada, volvió a la vida porque sintió, ay, que un sirviente le quitaba su anillo. Un susto para todos. En el primer caso, da la impresión de que la mujer se encontraba en la gloria y allí quería seguir, y en el segundo, que a las marquesas y ricos en general les fastidia desprenderse de lo suyo, aunque ya estén en el reino de los muertos donde no les hace falta, aunque los faraones creyesen otra cosa diferente.
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Ahora, unos médicos han traído a la vida a una mujer, Audrey Mash, que se encontraba muerta desde hacía seis horas. Lo primero que preguntó Audrey cuando despertó es dónde estaba, y cuando le preguntaron a ella de qué se acordaba dijo que de nada. Del más allá se vuelve desmemoriado, por lo visto. Si hay paraíso, corre la miel por los campos, hay maná por todas partes –el maná era un liquen, dice Ignacio Santa Regina, en un libro que acaba de presentar la Diputación –el personal va desnudo por la vida eterna y hace lo que le place después del paso por este valle de lágrimas, no tenemos constancia, no podemos contarlo porque no recordamos nada al volver a la vida, así que seguimos como estábamos. Ignorando, por ejemplo, qué nos depara el futuro, si nuestra Greta Thunberg tiene razón y estamos de pena o puede tranquilizarse un poco. Y desconocemos cómo terminar con las enfermedades o la pobreza, tan presente en la entrega de la Medalla de Oro de la Ciudad a Cáritas, cuya directora, Carmen Calzada, denunció el relativismo y el desinterés por los pobres, como si no existiesen. Fue muy aplaudida. Nadie de los que ha regresado nos ha podido decir cuándo la enfermedad, la pobreza, el agobio climático y otras circunstancias serán asuntos que ya solo estudien los historiadores del Centro de Estudios Salmantinos, cuya presidenta, María Jesús Mancho, fue también muy aplaudida. Su discurso sirvió para que los asistentes al Liceo supieran de este centro. La cita reunió a la crema social salmantina; antiguos medallistas como Sebastián Battaner, Santiago Martín El Viti, Godofredo García, Fernando Mayoral, Jesús Juanes...Viejos conocidos, como Julio López, encargado durante muchos años de leer los méritos de los llamados a recibir la Medalla, o Pilar Fernández Labrador, que anduvo en ello también. Muchos voluntarios de Cáritas, con el obispo, Carlos López, al frente, y también muchos miembros del Centro de Estudios Salmantinos, como Antonio Casaseca, Jesús Málaga, José María Hernández... Ya sabe que tuvimos susto durante el acto al desmayarse uno de los maceros. Todo quedó en un susto y su viaje no tuvo que ver con otros ya citados. En fin, de irnos detrás de una luz, que sea una luz navideña. Y desde ayer, hay para elegir.
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