No, no voy a hablar de cine. Ni sé, ni osaría intentar meterme en el papel de crítico. Pero me permito la licencia de tomar ... prestado el nombre de la obra de Spielberg para meter baza en la agitada política regional.
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A estas alturas ya se habrán imaginado que la soldado de esta historia es Verónica Casado, la otrora mejor médico del mundo es desde hace unas semanas el perrito piloto que todos quieren como trofeo en la feria: oposición, sindicatos, profesionales sanitarios y hasta sus socios del PP en el Gobierno. Y todo por una reforma de la sanidad rural que no se ha sabido contar ni ejecutar. Error tras error y con una pandemia como contexto, o como excusa.
En 2019, cuando el famoso Plan Aliste daba sus primeros pasos, nos plantamos en la comarca zamorana para hacer radio. Un auditorio de vecinos que respiraban enfados, desconcierto y temor y, tras los micrófonos: médicos, alcaldes y Francisco Igea. El ‘vice’ aceptó lidiar el Miura en terreno hostil. Aquel día, tras una hora de radio y otras dos de debate, concluí que esa reforma fracasaría si no empezaban a venderlo de otra manera. Pedagogía política, fue la solución que se les ocurrió, una expresión muy rural.
Pero luego todo voló por los aires. La cruel supervivencia congeló cualquier atisbo de maniobra política. Candado en los consultorios y telemédico para todos. Cuando han querido volver a ver sus pacientes, el verano había llenado los pueblos y vaciado los centros de salud de profesionales. Demasiada leña como para no hacer una hoguera política, una pequeña chispa y las pancartas estaban en la calle señalando un nombre, el de Verónica Casado.
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La misma mujer que en tiempos grises, de miedo e incertidumbre, se erigió como una figura sensata, incluso protectora, sufre ahora la versión más ingrata de la política, la que no atiende a ningún tipo de pasado, un aquí y ahora también demasiado gris para la doctora. Pero yo, quizá por una inexplicable inclinación hacia las causas perdidas, hago memoria. Y me acuerdo de todas las horas gastadas con Casado durante el confinamiento, enchufado a sus comparecencias diarias. Antes de hablar, su rostro o sus ojeras nos narraban si la macabra cifra de muertos subía o bajaba. La he visto sufrir y llorar, consciente de que sus decisiones se traducían en vida o muerte. Empatía.
Ahora está en mitad del fuego cruzado político, y solo algunos ciudadanos han salido al rescate de la soldado Casado, veremos con qué consecuencias.
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