Tiene algo de salmantino el barrio de La Calzada, en Gijón. Un barrio que ha visto cerrar las empresas y astilleros que dieron forma al ... Gijón industrial y que en muchos casos construyeron las viviendas de sus empleados porque el casco histórico no daba de sí. Los solares industriales, tras las sucesivas crisis, se han convertido en modernos edificios. Pues bien, este barrio acogió a muchos salmantinos que a finales de los cincuenta, y sobre todo en la década de los sesenta, marcharon allá desde la provincia buscando el trabajo que ofrecía una pujante industria, de la que hoy queda poco. Aquellos emigrantes están hoy jubilados y son padres o abuelos de chicos asturianos. Emigrantes obreros que se reunían para hablar de su tierra y sus cosas, y que finalmente, en 2009, más o menos, se constituyeron en asociación. Una asociación que ha celebrado días atrás su semana cultural, que clausuró en la iglesia gijonesa de Fátima el coro Francisco de Salinas bajo la dirección de Elena Blanco. Sesenta voces y un recorrido coral por la música hispana y española.

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La asociación de salmantinos cuenta con más de ciento cincuenta socios. Es curioso que en la constitución alrededor de cuarenta fuesen de dos pueblos salmantinos. De Colmenar de Montemayor, Aldeacipreste o Pinedas marcharon muchos a la industria asturiana. Pero los pioneros en la constitución formal de la Asociación de Salmantinos en Asturias fueron Juan Manuel Moreno, presidente; Miguel Hernández, secretario y tesorero; e Isabel González, vicepresidenta; Javier Castro, Silvia López, Carlos Herrero... Me cuenta estas historias Paco, que ejerce de cronista, con la proximidad de Orlando Villamiel, que es vicepresidente. Cuando les llegó la jubilación tuvieron tiempo, al fin, para crear la asociación y dar forma a una semana cultural que les reúne a todos y es una ventana que mira a sus orígenes. Al terminar la actuación del coro entregaron a su presidente una placa, que es un botón charro --¡qué otra cosa podría ser!—y el coro correspondió con un disco. Fuera de la iglesia llovía como si no hubiese un mañana.

Salamanca ha sido y es —la estadística lo dice— tierra de emigración. Juan José Hidalgo Acera comenzó, precisamente, transportando emigrantes a Europa desde su Sierra de Francia, pero desde Béjar partieron muchas mujeres, y también desde Las Arribes, aunque estos miraron más a América, donde hubo dos casas de Salamanca en Cuba (una de Villarino) y una potentísima en Buenos Aires. Hoy —insisto, lo dicen las estadísticas y la ocupación ferroviaria— seguimos siendo emigrantes: pocas familias salmantinas tienen a todos sus hijos trabajando cerca.

La Biblioteca Torrente Ballester con la complicidad de varias librerías celebra el I Salón del Libro Infantil y Juvenil, con su exposición, reuniones, talleres... Una iniciativa que nos reúne con nuestro pasado como referencia en la promoción de la lectura, que irradió la añorada Fundación Germán Sánchez Ruipérez. Un salón interesantísimo, que no rehúye asuntos como las nuevas tecnologías y es también un espacio intergeneracional. El programa lo tiene en la web de la asociación La Sal. A mí me parece una cita imprescindible, como la de volver a Gijón a pegar la hebra con los paisanos de allí.

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