Antonio del Castillo nace en la sevillana Alcalá de Guadaira en 1926, en una familia pobre y condenado a ser jornalero toda su vida, decide ... hacerse torero como fórmula para salir de la miseria. Marcha de casa y comienza su periplo asistiendo a capeas en la Mancha y Guadalajara en su caminar hacia la meta soñada que es Salamanca, a la que llega colándose en el tren. Se adentra en el mundo de torerillos y toreros que pululan por el Bar de Sandalio Silguero, entre los que destacan Gerardo Pavesio; Fernando Guerrero, “El Latas”; Vicente Cano, “El Jerte”; Jesús Salvador, “Faroles”; “El Coquinero” o Dionisio, “Toreri”. Le orienta en sus primeros tiempos Primitivo Lafuente “El Primi”, banderillero zaragozano a quien sorprendió la guerra civil en Salamanca curándose una cornada sufrida en Parada de Rubiales y que es padre de dos retoños que también apuntan hacia el toreo: Victoriano y Adolfo. También ayuda a Manolo Romero, natural de Utrera, que coincide como compañero de Antonio en la misma pensión salmantina.

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Florentino Díaz “Flores” es en esa época organizador de los festejos taurinos de los pueblos de la provincia y otro es “El Primi”, quien para las Fiestas del toro en honor de san Bernardo (miércoles 20 de agosto de 1952), en Masueco de la Ribera ha organizado una corrida de tres astados para su hijo Adolfo, de la ganadería de Saturio Romo de Villavieja de Yeltes, que había vendido a Dionisio Rodríguez y Hermanos Ramos, pero ante la aparatosidad de la cornamenta ofrece su lidia a Antonio del Castillo, ya más bragado en tales menesteres y con la seguridad de que los emolumentos municipales no bajarán de 1.500 pesetas, aparte de lo que recaude con “el guante”, si no acaba en la fuente del “Cachón”, si se arrima poco, pues los mozos del pueblo son muy suyos.

Conforman la cuadrilla: Pavesio, “El Latas” y “El Jerte” que se alojan en la posada de José Gómez, “el tío Botero”. El coso se levanta detrás de la iglesia en el camino de Corporario. En el primer toro y al dar el segundo lance es arrollado y empitonado produciéndole heridas en el triángulo de escarpa, de donde mana sangre en abundancia. Recogido por los mozos es conducido al Ayuntamiento donde es curado por el médico, ayudado por el practicante y por el boticario, que luchan por salvarle la vida. Vista la gravedad y en el coche del boticario, un Ford “Balilla”, lo trasladan a Vitigudino, pero al llegar a la altura de El Milano, expiró.

Expuesto su cadáver en el Depósito Judicial, velado toda la noche por los socios del “Club Jumillano”, la afluencia de vecinos fue incesante y uno de los que se acercaron era el hijo del carretero señor Baltasar, “Machorro”, padre de un chaval de 14 años llamado Santiago Martín Sánchez, que luego sería el mítico “Viti”. Se celebraron los funerales a las 10 de la mañana del día 21 en la iglesia de san Nicolás de Bari y a las 12 fue inhumado en el cementerio de Vitigudino, corriendo los gastos de entierro y funeral a cargo del “Club Jumillano”. Por suscripción popular se efectuó una colecta para enviar ayuda a su familia, que no pudo desplazarse. A los 10 años de su muerte se colocó una lápida recordatorio en el cementerio, costeada por los aficionados y en Alcalá de Guadaira el Ayuntamiento, muy pronto, le dedicó la calle “Novillero Antonio del Castillo”.

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Enterado de la desgracia, el poeta Rafael de León, junto a sus socios Manuel Quiroga y Antonio Quintero, compuso la célebre copla “Romance de Valentía” que narra lo ocurrido, sin citar el nombre del torerillo y que adquirió grandeza de mito a partir de su estreno por Concha Piquer en el teatro Apolo de Valencia en 1957, dentro del espectáculo “Puente de Coplas”. Al cumplirse mañana los 70 años de la tragedia he querido recordar al verdadero protagonista de la copla, que nadie conoce, aunque sepan de memoria aquello de: “Era “mu” poco en la “vía”, / tan poco que nada era, / por no tener no tenía, / ni “mare” que lo quisiera.”

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