Todos tenemos rincones, en nuestra forma de ser, de actuar, de pensar. Todo tiene rincones, como nuestras casas, que acumulan dobles fondos, recovecos, calles sin ... salida, que es como nos vemos nosotros ahora mismo, sin salida, sin que nuestra “seño” particular (Mañueco) haya pedido permiso para que podamos irnos de excursión.

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Y en este momento, en el que mirar hacia fuera nos lleva a la tristeza y la frustración (poco recomendable pegar demasiado la nariz al cristal de la ventana), no tenemos más remedio que mirar hacia dentro, de nosotros y de nuestra casa. Y me he visto como el doctor Livingstone, explorando los rincones, mirando más allá, valorando lo que tengo cerca, lo que siempre ha estado conmigo. Turismo de proximidad llevado al extremo. Conociendo las maravillas, o las decepciones, que conviven en mi casa entre la puerta de entrada y el balcón.

Encuentras objetos que te traen historias, que te hacen estirar tu disco duro para sacar a la luz el dónde, cuándo, con quién. Y asocias ideas, y piensas en personas, y los echas de menos, o crees que estaban de más. Pero ahí dedicas segundos, minutos, horas, que ahora tienes en tu haber y que podrían llegar a ahogarte de otro modo.

Porque tenemos libertad condicional, con tantos matices y normas que esta libertad es una caricatura en manos de un dibujante cruel. Y nos refugiamos en nuestro particular baúl de los recuerdos y dando tantas vueltas a la casa, a los cajones, a los armarios, a los estantes, que nuestra casa, cerca de marearse, parece pensar aquello de que si realmente amas algo hay que dejarlo ir. Bueno, más bien quiere que nos vayamos nosotros.

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Pones un pie en la calle ávido de sonrisas ajenas, de historias nuevas que te ayuden a salir de tu bucle, que te den otra mirada, otro punto de vista. Y me cruzo con mis musas, perro mediante, para arrancar un día más, porque ahora, sin saber las fechas en las que nos permutaran la condena, y sabiendo que vamos a ir por detrás de gran parte de España, siempre es un día más. Y aspiro y espero ver a otra musa que aun no se puede visitar.

Cada rincón de mi casa, cada día que paso confinado en ella, dejan una muesca en la historia de mi vida que muy difícilmente voy a poder olvidar.

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