Por el cordel de la N-620, como las merinas, y en gratísima compañía (el Pastor Mayor de los Montes de Luna, Román Álvarez, y ... la atentísima catedrática de la USAL, África Vidal), el sábado me fui a la Feria. Salamaq, más allá de ser un magnífico recinto de exhibición de ganado y maquinaria agrícola, es un lugar de pastoreo para propios y extraños. Porque a los del campo les gusta enorgullecerse del campo y, muy especialmente, abrir las puertas de sus majadas a otros paisanajes, para convidarles a charla, chicha y hospitalidad.
Publicidad
Nada como compartir lo que se tiene con académicos y eruditos, para hacerse comprender y no saberse solo en la enorme noche del lobo. Porque a nadie se le escapa que en el sector del campo las sombras son extremadamente largas, las dificultades muchísimas, y la (des)población aúlla en un grito desesperado, sin que esta suerte de licantropía rural parezca atemorizar o quitar el sueño a los rabadanes de la Administración. Todo lo más será que, antes de cerrar el ojo, se pregunten si a esos pobres labriegos y vaquerillos la luna no les está trastabillando el entendimiento y volviéndoles definitivamente locos.
Pero, ¿qué sabe la trashumancia política de los rebaños que coronan los altos prados? Qué, de quienes, a pesar de la adversidad, se deciden a seguir viviendo en los pueblos alentando plegarias como la de aquel jovencísimo labrador-poeta que escribió: «Aquí, donde la sed y la sequía,/ me propongo ser agua entre los juncos/ y levantar mi casa». A Fermín Fernández Belloso le nacían los poemas en los mismos surcos que trabajaba con sus propias manos. ¡Ah, querido amigo, cuánto campo en esos cielos que ya te guardan! Tú que los tienes tan cerca, mira a ver si los “anubarras” un poco y por fin llueve.
Salamaq se hace cada año una nueva aventura, un retorno a la Salamanca rural y al encuentro de gentes, y, también, un recuerdo emocionado o anécdotas que pertenecen a un tiempo ya inconquistable.
De ahí que el pasado sábado, don Alberto Estella descendiera de las nieblas eternas y volviera a ocupar su sitio en torno a la mesa de la Asociación 19 de Abril. La misma donde tantas veces comentamos lo carísimo que resulta llenar los pesebres de las moruchas y las pesebreras institucionales.
Publicidad
La misma en la que siempre estamos esperando, como se espera a Godot, la llegada del ministro, del consejero o de la directora del no-sé-qué del ramo. Porque hay asuntos que tememos que se repitan, aunque cambien las siglas. Porque hay cuentos para los que nadie parece tener un final feliz. África, Román, el placer fue nuestro y, sí, el consejero llegó.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.