Ahí continúa en expectativa de destino el solar del Teatro Bretón, heredero del Teatro del Hospital y del Patio de Comedias, referencia histórica del callejero ... para recordarnos dónde nació el teatro salmantino. El recuerdo es obligado porque hace unas horas se ha celebrado el Día del Teatro. En el Liceo, teatro promovido porque el Bretón quedaba lejos del centro de Salamanca y su acceso incómodo, actuaron anoche Mapi Sagaseta y Carlos Hipólito, que es la voz de “Cuéntame”, serie que ha rozado esta temporada la actualidad poniendo de fondo a la pandemia. Hay físicos que temen que algo así provoque un agujero negro o de gusano que nos disuelva en el polvo espacial. Quizá la temporada que viene sean las confesiones de Rocío Carrasco las que se incluyan en algún episodio o las de Isabel Pantoja, que no quiere ser eclipsada y pide espacio para su confesión. Rocío e Isabel tienen problemas con sus hijos lo que, quizá, rescate del olvido a aquella terrible Súper Nani. Mientras, la parroquia sigue discutiendo en el súper cuánto hay de teatro en las confesiones de “Rociíto”, que han movilizado a políticos y otras “celebrities”, y cuánto de oportunismo y comedia en la nueva transformación de Toni Cantó, hombre de teatro, cómico, y por lo tanto de disfraces, personajes e interpretaciones. Este año, el Día del Teatro ha coincidido con las primeras horas de una Semana Santa sin procesiones ni representaciones de Pasión, lo que incluye a los “Telar” bejaranos, capaces bajo la batuta de Esther García de hacer un musical –geniales los hermanos Maté Díez—o un auto de Pasión; también a los “Cateja” de Isidro Luengo, que cada Semana Santa van con su “Pasión” a cuestas de escenario en escenario, pasando por el atrio parroquial de La Alberca; y a los actores aficionados de Serradilla, Béjar y Candelario intérpretes por unas horas de la Pasión a la luz del día.

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Salamanca ha inspirado mucho teatro. Ahí están Fernando de Rojas,Lope de Vega o Espronceda. Y ha dado espléndidos actores de referencia nacional –Sayagués, Santiago Ramos, Mariano Venancio, Miguel Martín, Quesada, Raúl Prieto, Alain Hernández, Álex Barahona, Álvaro Mel...--y actrices –Charo López, Guadalupe Lancho, Silvia Alonso, Nuria Galache, Elena Román...--contamos, además, con compañías locales más o menos estables e ilustres nombres de la escena, como Helena Pimenta. Y salas en las que embarcarse en historias. Al fin y al cabo, a orillas del Tormes vio la luz el teatro con nuestro Juan del Enzina, que reclamaba “miel y muchos huevos para hacer torrejas”, que son una de las tentaciones de estos días de recogimiento religioso y pandémico. El novelista Antonio Civantos –con pasado salmanticense—aseguraba que los Jueves Santo se inventaron para comer torrijas, y Antonio Díaz-Cañabate afirmó que hacer una buena torrija es tan difícil como escribir igual que fray Luis de Granada. Y, sin embargo, qué espléndidas torrijas se hacen aquí. Nunca lo tiene fácil el jurado del concurso torrijero de Pasión, tiempo de sencilla y a la vez alta gastronomía, como lo es de teatro, el teatro de la Pasión, que va de las procesiones a los autos, de los atrios a los altares. En los malos momentos siempre nos quedará la torrija, como París, que decían en “Casablanca”. O, dicho de otra manera, “A falta de París” (libro de la salmantina Esther Sánchez), siempre nos quedará la torrija. O el hornazo, que, supongo, ya habrá sido disfrutado en Zarzuela.

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