Un humilde cura de aldea en Galicia explicaba a sus fieles el misterio de la Santísima Trinidad del siguiente modo: “Es como el nabo, la ... nabiza y el grelo, todo en la misma planta, pero tres partes distintas que forman una unidad”. Le faltó añadir que la fe alimenta espiritualmente, pero los grelos son ingredientes mucho más aprovechables en el caldo gallego. A buen seguro que ni el cura —al que me imagino bondadoso, de sotana con rebrillos en las coderas, servicial hasta el sacrificio, amante de su grey, con zuecos y bonete— ni la feligresía de su parroquia serían capaces de comprender que en pagos lejanos existen iglesias nadando en la abundancia, a cuyos seguidores los misterios teológicos más sutiles se les explican a golpe de chequera mientras atienden a encendidas prédicas con fondo coral de vistosos atuendos y otras músicas sacras en alta fidelidad.

Publicidad

Me detengo a considerar solamente las variantes cristianas, porque si entramos en credos religiosos tan alejados como los budistas, sintoístas, taoístas, judíos o musulmanes, nos perderíamos en una gigantesca maraña de creencias y confesiones, compuestas, a su vez, cada una de ellas por distintas ramas más o menos ortodoxas. O nos encontraríamos con toda una panoplia de supercherías si hablamos de sincretismos, ritos mágico-religiosos y otras sectas de difícil encaje en nuestra cultura occidental. Infinitos son los valores y motivaciones que llevan al ser humano a la espiritualidad, y el dinero puede ayudar en ese tránsito.

Por dar cifras, estudios de una universidad de Texas apuntan a que en Estados Unidos hay más de mil denominaciones de iglesias cristianas, cada una con sus adeptos, practicantes... y colectas. Se considera que una de las iglesias de mayor empaque económico es la Cienciología, en la que profesan celebridades del mundo del espectáculo que contribuyen generosamente al sostenimiento y extensión de un poderío visible en impresionantes edificios repartidos, sobre todo, por los países más ricos. Y qué decir de la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días, vulgarmente conocida como de los Mormones, que disemina por el mundo a más de cincuenta mil misioneros y amplía sus ilimitados horizontes por toda Iberoamérica. Tienen a gala que sus iglesias exhiben la misma impronta en cualquier lugar del planeta y son fácilmente identificables como “marca corporativa”. Las inversiones, según los estudiosos, abarcan desde propiedades inmobiliarias hasta parques temáticos. La Iglesia de la Unificación, de origen coreano, también goza de abundantes riquezas temporales. Por su parte, las Iglesias Protestantes y la Católica amasan fortunas muebles e inmuebles, amén de influencias políticas. Lo temporal y lo espiritual van de la mano, lejos de la humildad del cura de los grelos.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad