Seis meses y 14 días después de aquella bofetada que recibimos por sorpresa y nos obligó a encerrarnos en estado de shock, seguimos buscando ... a los culpables, en vez de concentrarnos en encontrar soluciones. Y no me refiero solo al Gobierno, oposición, políticos de uno u otro signo, partido o ideología y a sus vergonzantes rifirrafes permanentes, que aumentan nuestra incertidumbre e inseguridad. Además, en medio de la crónica de una segunda ola anunciada, vemos cómo se siguen escribiendo guiones sobre conspiraciones de poder o hasta castigos divinos, para justificar algo que jamás pensamos que pudiera llegar a ocurrir, por mucho que lo hubiéramos visto, escuchado y leído una y mil veces en la ficción.
Publicidad
Mientras en mi recuerdo se suceden los aterradores sonidos e imágenes de nuestro propio país y ciudad, cuando el recuento de muertos y enfermos era aún más pavoroso que ahora, me esfuerzo en entender por qué nos empeñamos en enfrentarnos en vez de caminar en la misma dirección para luchar unidos. Bien al contrario, los negacionistas se arrancan la mascarilla, los oportunistas venden clorito de sodio u otras sustancias venenosas como potenciales sanadores o preventivos del monstruo que acecha, los irresponsables se saltan las normas establecidas y todos nos crispamos contra los demás, como si ellos fueran los culpables de cuanto nos sucede y nosotros no tuviéramos nada que ver. Y tal vez Pandora abrió su caja y soltó el virus, pero también es probable que por fin el mundo haya decidido tomarse la revancha por tanto maltrato de los hombres, o que esto que ocurre ahora fuera lo escrito para este momento de la historia de la humanidad, por la propia naturaleza, la providencia o aquello en lo que cada cual guste creer. Todos tenemos que ver, en tanto en cuanto formamos parte de este planeta en este momento concreto. Y nuestra única opción es aceptar lo que hay y tratar de encontrar el camino, como tantas veces lo ha hecho el ser humano a lo largo de su historia. Quizás lo más insólito de este desastre natural es la globalidad multiplicadora, que en vez de potenciar nuestros recursos, agrava el peligro. Por eso ahora nos toca mirar hacia adentro en vez de posar la mirada en el horizonte. Replegarnos sobre nosotros mismos hasta que pase la ola y podamos volver a nadar hasta otras orillas. Y no olvidar que solo si nos unimos en la tragedia saldremos victoriosos. Y no todos. Los más desfavorecidos, los más vulnerables, como siempre, se llevarán la peor parte, en esta sociedad que en tiempos difíciles demuestra, más que nunca, su incapacidad para ser justa.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.