Nos encontramos otra vez, bien lo saben ustedes, a la entrada de un túnel muy negro y de duración incierta. Resulta comprensible que el clima ... general sea en este momento de desconcierto, de desolación y, en algunos casos, de irritación abierta. Sin embargo, no tendría mucho sentido ni sucumbir a la dulce tentación de introducirse en un agujero hasta que escampe, ni tampoco dedicarse desesperadamente a la búsqueda de los culpables de la catástrofe. Lo primero nunca es recomendable y lo segundo, ¿qué quieren que les diga? Los responsables de lo que sucede son legión y muchos han mostrado una habilidad para escurrir el bulto que ojalá hubieran aplicado a combatir con eficacia la pandemia, así que la tarea podría resultar demasiado agotadora y devolvernos de nuevo, como sucede con todos los esfuerzos inútiles, a esa melancolía que hay que evitar a toda costa. ¿Qué hacer entonces? Yo les propongo, en primer lugar, seguir honrando con emoción a tantos y tantos que se nos están yendo en estos meses terribles y reforzar nuestra confianza agradecida en todos esos conciudadanos que entregan su trabajo generoso en la lucha contra esta gran calamidad. Cumplir también, por supuesto, con las normas que prescriben nuestras autoridades, aunque a veces nos resulte difícil entenderlas y casi imposible recordarlas. Pero les propongo, además, elevar la mirada, eludir en alguna medida lo inmediato y pensar en el medio y el largo plazo.
Publicidad
En este contexto, un reciente informe del Real Instituto Elcano plantea la necesidad de trazar un plan de transformación económica para España y se pregunta, un tanto retóricamente, pues el interrogante lleva implícito la respuesta, si dicha transformación debe realizarse como una mera recuperación o como una verdadera metamorfosis. “Si ya antes de la crisis -dice- se avistaba la necesidad de un cambio del modelo productivo español (...), tras una sacudida de los cimientos económicos como la que se derivará de esta crisis, la transformación del modelo productivo se hace ahora ineludible”. Según el informe, los ejes de esta transformación deberían ser dos, que vienen a coincidir con los que otros especialistas ya han prescrito: por un lado, la transformación digital, que debería facilitar un uso más eficiente de los recursos dedicados a educación y formación y mejorar el funcionamiento de la oferta y la demanda en el mercado de trabajo; por otra parte, la sostenibilidad medioambiental, en el marco del Plan Verde Europeo. Al mismo tiempo, España debería acometer reformas estructurales que, tras una primera fase de incremento del gasto para hacer frente a las necesidades excepcionales generadas por la pandemia, permitiesen estabilizar la deuda pública y sentar las bases de un nuevo pacto social frente a la desigualdad laboral, social y de género, que la crisis ha vuelto a agudizar.
Si el modelo productivo español se encuentra agotado y si resulta ineludible un replanteamiento general del mismo, qué no podría decirse del regional de nuestra comunidad autónoma y de nuestro modelo provincial y local salmantino, cuya dependencia del sector terciario -en nuestro caso de las actividades ligadas al ocio- se ha hecho particularmente visible en esta crisis. Como punto de partida, pensemos que no todo aquí es despoblación y envejecimiento. Contamos con un sistema educativo admirable, cuya capacidad formativa se encuentra muy por encima de la de nuestro entorno, como muestran las principales estadísticas internacionales. Y, perdónenme que barra para casa, disponemos también de unas universidades deseosas de que se les exija algo más que llenar las ciudades de estudiantes. Se trata de activos muy poderosos si de verdad queremos aprovechar las oportunidades que ahora van a presentársenos.
Este esfuerzo de reflexión, esta búsqueda de alternativas que trasciendan el corto plazo, constituyen el camino más recto -quizá incluso el único- para sacarnos de encima la sensación agobiante de fracaso colectivo que ahora nos aflige. Es preciso abandonar la desesperación y el pesimismo, por más que estos sentimientos resulten entendibles en circunstancias como las que vivimos. Y no basta con añorar el retorno a lo que tuvimos, que nunca regresará en los términos que conocimos. Tampoco estamos hablando solo de “resiliencia”, esa palabreja de moda tomada del inglés que según el DRAE únicamente define la “capacidad de adaptación frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos”. Podemos y debemos ir más allá, ser más ambiciosos, y asumir el objetivo de alcanzar una posición mejor que la que ocupábamos en el punto de partida, tanto en lo económico como en otros muchos niveles institucionales. Porque nos recuperaremos, claro que sí, por más que la salida de este desastre nos parezca ahora lejana y difícil. Pero podemos recuperarnos, además, mejorando. Siempre que nos pongamos manos a la obra, claro.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.