Siempre me ha gustado escribir en estas fechas redondas y emotivas, pues lo considero un guiño del destino que me libera de la guerra cotidiana ... que se libra entre nosotros y contra nosotros. Y la noche de Reyes es una de esas fechas que nos eligen a quienes nos aferramos a la tradición, a la nostalgia, a la infancia y, sobre todo, al mundo real, tan lejos ya del artificio tecnológico y del desaguisado emocional sin retorno en el que hemos caído.

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Hoy, esta víspera de Reyes, es un día lleno de magia, sin importarme que sea el tópico de los tópicos, y es un día lleno de las “buenas vibraciones” a las que cantaran los “Beach Boys”: “Me gustan sus ropas de colores y la manera en la que el sol juega con su cabello. Y escucho el sonido de una palabra amable en el viento que levanta su perfume por los aires. Estoy recogiendo buenas vibraciones”. California bien merecería haber acogido el nacimiento de Jesús, marcando el Camino Real que seguiría fray Junípero Serra tantos siglos después. Los Reyes Magos atravesando el Suroeste americano que luego los españoles llenarían de cruces y fe. Pongamos que hablo de Las Cruces, donde nació mi gran amiga Linda Dee Egan, una de las mayores especialistas en Sor Juana Inés de la Cruz, y Santa Fe, el planeta de Georgia O´Keeffe que tan bien representa mi alma. Esplendor en Santa Fe. El lejano Occidente, queridos Reyes Magos. En esta noche hay magia suficiente hasta para cambiar el hilo de la Historia, y los camellos por tres “Shelby Cobra” azules cruzando veloces White Sands. Baltasar se agarra el turbante con su mano izquierda. Niños, allá vamos.

Un día como el de hoy es sinónimo de ensoñación, debe serlo. Una noche como la de hoy es sinónimo de excitación, debe serlo. Y confieso que sigo creyendo en ellos y que paso el día 5 esperando y regresando a un Juan Carlos con pantalones cortos y ensimismado, como aún sigo, con “El niño del avión”, esa maravilla del escultor Agustín Casillas ubicada a la entrada del Paseo de Carmelitas.

Mi ancho mundo, mi inocencia, mi libertad y mis sueños pasan por ese niño, como hoy pasan por los Reyes Magos, porque una vida sin inocencia, sin libertad, sin sueños y sin Reyes Magos, es un sucedáneo, una vida de prestado, por eso les pido cada año unas dosis de cordura, de pasión y de destreza con las que reafirmarme en el mundo real al que pertenezco. No tengo avatar, pero sí una carta: Queridos Reyes Magos.

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