Muchos lectores recordarán el título de una comedia norteamericana de mediados de los sesenta, en la que un submarino ruso fondea por un problema técnico ... en una de las islas de Nueva Inglaterra, y el consiguiente revuelo que se origina entre la población con motivo de esa inesperada “invasión” soviética en plena guerra fría.
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Las universidades españolas andan buscando por tierra, mar y aire estudiantes extranjeros en una desenfrenada carrera por contrarrestar el descenso demográfico. Es natural. Cada vez hay menos “clientela potencial” debido a la escasez de nacimientos; y, sin embargo, sigue aumentando el número de universidades que, antes o después, se disputarán el menguante pastel.
Ahora los rusos se cotizan al alza como futuros alumnos universitarios. En Moscú se ha celebrado una Feria Internacional de Educación con el fin de sondear nuevos mercados. Parece que algunas universidades españolas ya han encontrado su nicho en ese foro y van a sellar intercambios con sus homólogas rusas para atraer estudiantes a nuestro sistema de educación superior. Como contrapartida, la lengua española tiene gran aceptación en un país como Rusia, donde compite con el inglés, el alemán y el francés. Es dura la refriega, pero lo cierto es que hay multitud de centros en esa gigantesca nación que ofrecen nuestro idioma como lengua extranjera complementaria e incluso como primera opción.
También los estudiantes chinos asemejan una nube que va descargando cual lluvia de mayo sobre los secarrales educativos hispanos, los cuales agradecen estas valiosas presencias en sus cuentas y en sus estadísticas. Bienvenidos sean a nuestros caladeros si traen el pan bajo el brazo. Los rusos pasaron en el siglo anterior del feudalismo al comunismo sin estadios intermedios. Los chinos, por su parte, transitaron de la tradición milenaria a la revolución cultural de Mao en la que, paradójicamente, se arrasó con todo atisbo de cultura. Ahora, Rusia es capitalista y China es comunista y capitalista a la vez. Vivir para ver.
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La Facultad de Filología ofrece esas dos lenguas junto con una veintena más. Pero en el caso del ruso, pocos saben que allá por el año 1957 esta Facultad diseñó y aprobó un plan de estudios de “Filología Rusa”. Y eso en una época en la que lo ruso aún se asociaba a los rojos de la Guerra Civil, por un lado, y a la División Azul, por otro. Ni siquiera se podía viajar a la Unión Soviética, donde moraba el oso devorador de los valores de Occidente. La Junta de Facultad, nada sospechosa de filocomunismo, respaldó una titulación que ponía a la Universidad de Salamanca y a su Facultad de Letras a la cabeza del sistema universitario español con tan novedosa iniciativa. En Madrid, claro, se encargaron de frenarla, no fueran a venir de verdad los rusos a Salamanca.
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