Conocí a Javier Pradera cuando publiqué mi primer libro (un tratado de Demografía) y él fue mi editor. Luego gocé de su amistad hasta su ... muerte. No siempre estuve de acuerdo con él ni con sus editoriales en El País, pero, en cualquier caso, habrá de reconocerse que él jugó un papel relevante en la instalación de la Democracia en España.
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El padre y el abuelo —destacado carlista— de Pradera fueron asesinados por milicianos en la desordenada retirada de San Sebastián; su tío fue vicesecretario general del Movimiento y el lugar inequívoco de Pradera estaba en el bando vencedor de la guerra. Pero a mediados de los cuarenta ya había entrado en el Partido Comunista de la mano de Jorge Semprún y había colaborado en el manifiesto de 1956, cuyo inicio convendría que resonara en la memoria de todos los españoles: “Nosotros, hijos de los vencedores y de los vencidos...”
Luego dejó el PCE (con la expulsión de Semprún y Claudín) y, a partir de entonces, acertó en muchas cosas. Por ejemplo: apostó por el libro de bolsillo en una España en pleno crecimiento, acertó al ver en Felipe González el líder que la izquierda española y la democracia necesitaban o al advertir los problemas que la salida a bolsa de PRISA podría acarrear a El País. Y sobre todo acertó en apoyar sin ambages la reconciliación nacional.
Pradera abandonó El País cuando tomaron la decisión de sacar a bolsa a PRISA en el año 2000, poniendo al periódico y la Cadena Ser en una posición que resultó catastrófica, convirtiendo a esos importantes medios de comunicación —que fijaban cierta centralidad en España— en marionetas en manos del poder político y económico. Pero, como ha escrito el editor Miguel Aguilar, hijo del notable periodista Miguel Ángel Aguilar, el periódico, “¿de quién es? ¿De sus accionistas mayoritarios o sus acreedores? ¿De sus directivos? ¿De su redacción, del director y los periodistas? ¿De sus lectores?”
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Yo, desde luego, no lo sé, pero lo que sí sé (estoy suscrito) es que muchos de sus editoriales parecen dictados desde Moncloa y sus descalificaciones hacia el PP y hacia Vox no se tienen en pie. Pondré un ejemplo de esta misma semana (a Vox se le califica siempre de “extrema derecha”; a Podemos nunca de extrema izquierda). Pues bien, Vox apoyó el jueves los Presupuestos planteados por el Gobierno de Díaz Ayuso con una serie de condiciones, entre ellas que la educación infantil (de 0 a 3 años) sea gratuita. Yo me pregunto: ¿es eso de extrema derecha?
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