Pitos que no flautas. Porque los pitos son propios de la querella, del hartazgo y del grito, y las flautas suenan para lo más bucólico ... y pastoril. Pero los siempre amables, diligentes e infatigables ganaderos no están hoy para músicas que valgan, porque las imposiciones políticas para con el sector los tienen con la soga al cuello, y ya no puede aguantarse más. De ahí que se hayan visto obligados a salir a la calle, para verse las caras con la Administración y hacer llamar su atención con silbatos que pretenden expresar su rabia y honda indignación. Ni en tiempo de elecciones —tiempo de munificencia, tiempo de juramentos, de hipérboles y ditirambos— parece haber visos de futuro alguno. Solo el recibir algunas promesas a corto plazo, con medidas llenas de ambigüedades que valen para todo: para que los ganaderos se vuelvan a casa calladitos y por donde han venido; para confundirlos y que no se sepa si es A o B lo que ha dicho el consejero; para ganar tiempo y que la murga rural enfríe sus ganas de gresca y ruido, en la soledad de sus pueblos vacíos. Pero va a ser que no. La plataforma Ganaderos Unidos está dispuesta a seguir pitando al enemigo para, llegado el caso, poder decir que el campo ha muerto en la ruina, sí, pero defendiéndose con dignidad.
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El problema de los ganaderos viene ya desde años atrás, y, hoy, se ha agudizado de forma realmente trágica. Aunque, a pesar de todo, unos y otras (ya hay mucha mujer en esta guerra) hayan ido aguantando por mé de no abandonar sus tierras; por mé de no despoblar sus pueblos; por mé de continuar trabajando de sol a sol para ver a sus ganados amorecer y procrearse con la bendición de sus santos y tradiciones. Aunque haya que alimentar a los animales a base de mermas gigantescas en la cuenta corriente bancaria. Aunque haya que soportar el thriller carroñero de los buitres, ahí, a pie de parto, a metro y medio del alumbramiento de las vacas. Aunque haya que sufrir la intrusión del turismo salvaje de jabalíes, meloncillos, corzos y otras especies transmisoras de tuberculosis, que campan a sus respetos por los cercados y las tolvas. Aunque se sepa que a los lobos lo que les pone es la ternerita tierna y la oveja vieja. Aunque los que conocían bien las causas de tanto desastre, prometieran —sí, así lo VOXeaban— por los predios rurales salmantinos que iban a acabar inmediatamente con todo esto, con el fin de vivir muy bien de todo esto y luego, que ‘me quiten lo bailao’.
Para engatusar se necesitan dos partes: el que engaña y el que se deja engañar. Que no dejen de sonar los pitos, por favor. Así no se oyen las mentiras
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