Como ya ocurriera con la de los Balcanes en los años 90, vivimos hoy con otra guerra a las puertas de nuestro bienestar, y entre ... tatuaje y tatuaje y “tiktok” y “tiktok”, vuelan las estructuras de Occidente, es decir, las nuestras. Sí, las suyas. Le digo a usted.
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Pero no se preocupen, no creo que nuestro final esté escrito bajo las bombas, más bien moriremos de hambre, de una sobredosis de “Prozac” o abrasados por la telebasura radiactiva, y si no, observen España, observen Europa, observen los Estados Unidos; aún peor: lo observamos y lo sufrimos.
Y es que nunca la Humanidad en su lento y a veces cruel progreso vivió un periodo tan laxo, tan vulgar, tan ineficiente como el que ahora contemplamos horrorizados por culpa del asalto al capitalismo y de la explosión social de Internet que está arrasando generaciones enteras, y así de un cierto mundo “feliz” hemos pasado sin más preámbulo a hordas de idiotas digitalizados.
El último episodio de nuestra evidente decadencia lo han protagonizado, una vez más, los británicos, empeñados en hacer del Reino Unido lo que quizá siempre fue: un nido de piratas y bucaneros. Parece que William Shakespeare, Alexander Fleming, los Beatles, Jackie Stewart o Margaret Thatcher solo fueran gente que pasaba por allí en su momento. De lo contrario no se explica la crisis de ingobernabilidad en la que ha caído el país, ya conocido como “Britaly”, en clara alusión al tradicional caos político italiano. La dimisión de la primera ministra Liz Truss tras 45 días de Gobierno británico, es la guinda de un pastel social envenenado. Si a ello le añadimos que es el propio partido conservador el que provoca las sucesivas crisis, el diagnóstico es claro: locura total a la que se añade ahora la sombra de un impresentable Boris Johnson. Y vuelvo a las preguntas: ¿qué está pasando?, ¿qué nos está pasando? Nunca, y subrayo nunca, el faro de la civilización que fue Europa estuvo en manos tan aviesas; nunca nuestro progreso económico, social y cultural y nuestro bienestar estuvieron tan amenazados como hoy por culpa de un solo factor: la mediocridad social y por tanto política. No hay ahora mismo un solo país —incluyendo a Estados Unidos y Canadá— en manos no ya de la sapiencia, sino simplemente de la responsabilidad. Estamos dirigidos por un grupo de políticos engolados, totalmente ausentes de su función y por supuesto de la realidad. Y la crisis inglesa lo demuestra con luz y taquígrafos, como lo demuestran a diario tantos primeros líderes mundiales... de pacotilla. ¿En manos de quiénes estamos pues? Pero, sobre todo, ¿qué está pasando?
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