Dos años lleva Roma, es decir el papa Francisco, deshojando la margarita para enviar a un pastor a una de las diócesis más pobres, más ... humildes y despobladas del mundo. Dos años de olvidos, dos años sin un director de orquesta y dos años que parecen condenar a la desidia a los que más lo necesitan. Todo lo contrario de lo que nos enseñó Jesús a través del Evangelio.

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El argentino Jorge Mario Bergoglio, Francisco el papa de los pobres fue el que dijo, nada más aterrizar en el Vaticano, que quería “una Iglesia pobre y para los pobres”. Pues si algo caracteriza a esta pequeña jurisdicción episcopal de Miróbriga es que es antigua sí -fue erigida en 1161-, pero solo cuenta con unas 40.000 almas y medio centenar de sacerdotes. Pero ese puñado de ovejas también necesitan de un pastor que las conduzca, que las guíe, que las consuele y que las asista por mucho que vivan alejadas de los deslumbrantes centros de poder o de otras vacantes episcopales con nombre propio, con más oropeles y ornatos.

No, el papa Francisco no se puede haber olvidado de esta pequeña Diócesis situada en el oeste de España. Ahora que los políticos se ocupan, al menos en los discursos electorales, de la España vaciada, de la despoblación, no es propio que la Iglesia salga corriendo y como las ratas abandone la primera el barco y deje a su suerte a los más humildes y marginados, aquellos que están lejos de los centros de poder y de decisión.

Cuando Bergoglio fue elegido papa, el primero americano, leí que al ser nombrado obispo, en su Argentina natal, concedió su primera entrevista a un pequeño periódico parroquial, “Estrellita de Belén”. El gesto me llamó la atención y pensé que su pontificado sería sencillo y capaz de llegar hasta el último rincón del planeta por pequeño y humilde que fuera, siguiendo la estela que Jesús marcó en los Evangelios. Por eso cuesta entender que no haya nombrado todavía obispo para la Diócesis de Ciudad Rodrigo.

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¿Es tan complicado elegir a un obispo?, ¿o acaso no se estará buscando que desaparezca la Diócesis de Ciudad Rodrigo aprovechando que está vacante también la de Salamanca? Sería poco católico buscar una excusa tan terrenal, tan banal y tan espuria para cargarse una diócesis pequeña, humilde y sencilla que se siente incapaz de que sus voces de protesta le lleguen a su santidad al Vaticano.

El papa Francisco debería revisar las carpetas con nombres y datos relevantes de los candidatos que se custodian bajo secreto pontifical. Son documentos que maneja la Nunciatura de Madrid y la Congregación de los Obispos en el Vaticano, una extensa base de datos conformada por los informes periódicos que elaboran los obispos de cada provincia eclesiástica. En Ciudad Rodrigo como no tenemos obispo desde hace dos años, imagino que habrán consultado con el administrador diocesano y él les habrá apremiado a nombrar con urgencia al obispo para que las cerca de 40.000 almas no se sientan abandonadas por una decisión más política y terrenal que católica, porque Jesús, cuando envió a los discípulos a evangelizar, no les dijo que solo acudieran a los centros de poder o a las grandes urbes. Les envió allí donde alguien les necesitara, a pequeños lugares a sanar a hombres y mujeres humildes.

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Un sacerdote valiente y harto del comportamiento de la cúpula de la Iglesia, que se asemeja más a una organización política que a una católica, ha decidido denunciar públicamente la orfandad de los feligreses de la Diócesis de Ciudad Rodrigo.

El exvicario Tomás Muñoz Porras ha puesto blanco sobre negro lo que está ocurriendo, el oscurantismo que rodea el nombramiento del nuevo obispo o la desaparición de la Diócesis. En definitiva, se ha atrevido a alzar la voz. Pero la responsabilidad de que se escuche a los 40.000 fieles también es de cada uno de nosotros, porque puede ser que los intermediarios del papa, por ejemplo el presidente de la Conferencia Episcopal Española, el cardenal Juan José Omella, prefieran optar por una solución economicista, material, práctica y fácil: liquidar una Diócesis pequeña para integrarla en otra de mayor boato y relumbrón como es la de Salamanca. Menos problemas.

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Los servidores de la Iglesia también tienen sus pequeñas debilidades que esperemos que corrija el papa Francisco.

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