Puedo imaginar las prisas e incertidumbres en las vísperas de publicar el primer número de este periódico. LA GACETA cumple mañana cien años, un siglo, ... o sea, que nació recién finalizada la I Guerra Mundial, con la gripe haciendo estragos, y si no se moría de ella uno pillaba una infección por nada o el cólico miserere, que también era letal. Ha superado dos dictaduras, la de Primo de Rivera y la de Franco. Una república. Una mortífera guerra civil seguida de una postguerra dolorosísima, que coincidió con otra Guerra Mundial, la segunda, porque no aprendemos. Nació en una monarquía y en una monarquía continúa hoy, que ya veremos. Superó una transición política a la democracia que vio, si embargo, el cierre de muchos periódicos locales y qué le voy a contar de este momento. No hay papel suficiente para detallar las mil y una vicisitudes que el periódico ha vivido localmente en estos casi cien años. Lo sé porque su hemeroteca la conozco bien. Qué día aquel 19 de agosto de 1920, en la cuenta atrás, decidiendo de qué informar y cómo hacerlo; confeccionando el traje de fiesta que fue su primer editorial, “Nuestra fe de vida”, y colocando aquí la información, allí la publicidad, esa nota en esta esquina. Y todo, bajo la mirada inquieta de los accionistas y mecenas, pero también de toda la sociedad, una mirada que se colaba sin querer en aquella redacción en la iglesia de San Isidro. Aunque a distancia parezca lo contrario, no salía un periódico de esta dimensión todos los días.
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Al cabo de cien años vivimos una pandemia que da miedo, mucho miedo. Entonces, los salmantinos vivían preocupados por el precio del pan, que iba a más, y hoy estamos aterrados por la crisis económica que el virus nos está dejando. Hoy, como ayer, se mira a los políticos para ver qué hacen y hay cierta decepción en el ambiente. Aquel 1920 hubo manifestaciones por la carestía de la vida y cien años después hay ciudadanos que protestan porque no quieren llevar la mascarilla y niegan todas las evidencias del virus, diga lo que diga la Ciencia. Siguen a un cantante de éxito que se llama Miguel Bosé, que ha pasado de proclamar que es un “amante bandido” a negarlo todo; no como Joaquín Sabina, que es algo personal, sino de otra forma dañina y que causa vergüenza. Alguien debe decirle que está haciendo el ridículo. Algunos de mis mayores en este periódico en estos casi cien años no hubiesen tenido piedad con él y le habrían vapuleado hasta dejarlo hecho un guiñapo. Qué gente ha escrito aquí. He leído a muchos y conocido a algunos. Qué talento y qué espectáculo. Es cierto que ya no se escribe como antes porque los lectores de hoy no son los de entonces: vivimos tiempos de cambio. Complejos. Igual que aquellos “plumíferos” de 1920 se sorprenderían de este periódico que tiene en sus manos, los de ahora nos quedaríamos ojipláticos si pudiésemos leer el de dentro de un siglo.
Qué dirían mis colegas de 1920 de que una mujer, Margarita Robles, sea ministra de Defensa y pase revista a las tropas en un cuartel de los tiempos de Alfonso XIII. Ayer estuvo en Salamanca y habló de otra mujer, Cayetana Álvarez de Toledo, que ha sido portavoz del partido conservador hasta que su jefe, el “Señor Casado”, la ha despedido por andar a su bola. Hay un vicepresidente con coleta, que está casado con una ministra, y tenemos un rey emérito, nieto de Alfonso XIII, que tuvo el mérito de ayudar a consolidar la democracia y se ha ido a un país, que es una dictadura árabe, a vivir después de haber cobrado comisiones de aquí y de allá. Unamuno la hubiese gozado con esta historia. Qué momentazo. Qué cien años, señores y señoras.
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