Queridos lectores. Tengo la desgracia de comunicarles que el Gobierno de la Nación ha institucionalizado la mentira. La falsedad se ha convertido en una herramienta ... más de comunicación. Sin tapujos y sin caretas. Sin despeinarse ni lo más mínimo. Este ‘anuncio oficial’ se produce días después de que se informara de la creación del llamado ‘ministerio de la verdad’ capitaneado por el tándem Redondo-Oliver. Paradojas del destino. Una advertencia: si caemos en la tentación de normalizar la mentira como forma de hacer política, vayámonos despidiendo del sistema democrático tal y como lo conocemos. El portavoz de ETA en el Parlamento vasco no está muy desencaminado cuando dijo que iban a Madrid a “tumbar definitivamente el régimen”. Muy certero ese “definitivamente”, porque el proceso de destrucción ya ha comenzado.

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La pasada semana hemos vivido una de las infamias más sangrantes protagonizadas por un Gobierno en este país. Sánchez, Ábalos, Lastra y demás hierbas nos han orinado encima. Sin colador. El día que ‘Chiqui’ Montero anunció a bombo y platillo la rebaja del IVA de las mascarillas, el indigno ministro de Fomento soltó por la mañana que estaban esperando la autorización de la Comisión Europea. Ábalos es el que mejor encarna la palabra falaz. El ‘mamporrero’ número uno de Sánchez, el mismo que en una entrevista ayer en ‘El País’ ensalzó la “responsabilidad” de ETA, vuelve a reírse de todos nosotros. También lo hizo la ínclita Adriana Lastra. Con descaro. Sin que pase absolutamente nada. Nos han mentido de la forma más burda posible. El día 5 de mayo la Comisión Europea mandó una circular en la que se permitía a los estados miembros rebajar el IVA de las mascarillas e incluso eliminarlo. Países como Portugal, gobernada por socialistas decentes, así lo hicieron. Durante todo este tiempo miles de familias en una situación económica crítica han tenido que desembolsar una cantidad inaceptable por un bien que, no solo es de primera necesidad, es de obligatorio uso. Los que han podido han tenido que ir a comprarlas a Portugal como si del estraperlo se tratase. Seis meses después llenos de patrañas y trolas, se han visto obligados a rectificar construyendo un relato que solo se traga un ignorante.

No estamos hablando de los virajes propios que ha obligado la pandemia. Los cambios de criterio entendibles para adaptarse a unas circunstancias impredecibles en muchos casos. Estamos ante un embuste con todas las de la ley. Al lado de esto, suena prácticamente a anécdota que Sánchez pase en cuestión de un mes del “con Bildu no y si quiere se lo repito cinco veces” al “con Bildu (o sea, con ETA) hasta el fin del mundo”. Lo peor de esta gentuza no es que sean los herederos de los que pegaban tiros en la nuca. Lo más deplorable es que se premia a unos gánsteres que hablan sin complejos de aniquilar nuestro sistema.

La mentira también ha intoxicado otro de los cambios de rumbo del Gobierno en la última semana. La exigencia de una prueba PCR a todos los que lleguen a España aparece por arte de birlibirloque y sin la explicación lógica de por qué ahora sí y antes no. Es gracioso que el único miembro del ‘comité de expertos’ de Sánchez, Fernando Simón, no respalde esta medida. ¿A quién le han consultado para tomarla? Normal que Ayuso se apunte el tanto aunque ella no fue ni mucho menos la única en pedirlo. Ya lo hizo Martínez-Almeida y era un método que se ha llevado a cabo desde el verano en numerosos países de todo el mundo.

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En política se puede ser más o menos capaz. Más o menos locuaz. Más o menos carismático. Pero lo que no se puede ser jamás es un mentiroso. Es la línea roja que jamás se debe cruzar. Los socialistas decentes (Tudanca y Pablos no se encuentran entre ellos) están a tiempo de denunciarlo y de desmarcarse. Algunos barones ya lo han hecho de forma tímida, pero hay que reconocer que el totalitarismo ‘sanchista’ deja poco margen para la discrepancia.

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