Pues hale, ya está. Queríamos elecciones, pues toma dos tazas. Y no el mismo día para reducir costes, como hubiera sido de sentido común, sino ... en dos jornadas distintas que suponen ciento y pico millones de euros más de gasto. Como si estuviéramos para tirar los dineros por la ventana. Más allá de este “detalle” que no es pequeño, yo me alegro de las convocatorias. Una ya estaba señalada, pero la otra, como ya se sabe, ha tenido que ser “improvisada” por el equipo de Sánchez, tras darse cuenta de que sin la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado era imposible gobernar. Con pocos escaños siempre es difícil hacerlo, pero más cuando entre los socios elegidos los hay que tienen pretensiones inconstitucionales. Estando como estaba el panorama, resultaba ridículo alargar más un gobierno atado de pies y manos. Hacerlo era una irresponsabilidad que el PSOE no se podía permitir. A partir de ahora, para satisfacción de los partidos políticos y desesperación de la población en general, harta en realidad de tanta política invadiendo la vida cotidiana, pero sin poder ocuparse de ella, todo será campaña. No hay otra opción, puesto que las elecciones están a la vuelta de la esquina y, aunque cabría pensar que los españoles, durante todo este tiempo incierto, ya hemos determinado qué votaremos, todo puede cambiar de un día para otro. O lo que es lo mismo: aquí nadie tiene el pescado del todo vendido, porque en nuestro país a veces las cosas se resuelven en el último minuto. Lo que sí parece seguro es que lo que salga de los comicios sea un congreso multicolor, donde los pactos vayan a ser tan imprescindibles como hasta ahora. Una vez más los expertos señalan que igual que Cataluña está dividida, casi a la mitad, entre independentistas y no independentistas, España entera lo está entre las derechas y las izquierdas. Además, al haberse extremado tanto las derechas como las izquierdas, no es contemplable que haya trasvases de votantes de un lado a otro, como las que se han producido en algunos otros momentos de nuestra democracia. Cabría pensar que estando así el panorama, ganará quien gane por muy poco y gobernará quien sea capaz de negociar con sus cercanos. Había quien pensaba que Cs podría alterar las previsiones en alguna circunstancia si dejaba abierta la posibilidad de pactar con el PSOE o con el PP, dependiendo de los resultados de estos dos partidos, pero el grupo naranja acaba de desestimar tal posibilidad. Eso significa, una vez más, que las derechas solo podrán pactar con las derechas y las izquierdas con las izquierdas y que los extremos de ambos lados estarán presentes con poderío en el congreso. Queda por saber si las ambiciones políticas irán más allá de los votos que se consigan y si entre los partidos habrá quien, más que pactar, chantajee, sabiendo lo determinante que resulta su apoyo. Hasta ahora ese había sido siempre el papel de los independentistas, pero ahora, viendo que su respaldo sirve para formar gobierno, pero no para gobernar ¿a quiénes engañarán para que se vendan por un plato de lentejas?

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