Más allá de la celebración por condena aumentada por el Tribunal Supremo a esa manada que le ha dado nombre a todas, de esos nueve ... años que ya son quince –diecisiete para quien se quedó con un móvil que no era suyo- más ocho de libertad vigilada, una orden de alejamiento y una indemnización conjunta de 10.000 euros, quedan esas ganas de apropiarse de la voz de la Justicia que me alteran.
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Está claro que la sociedad ha contribuido notablemente a que la percepción personal de los jueces sea la que es. Pero eso no es algo que nos deba sorprender. Una de las fuentes de la Ley es el uso y la costumbre. Esto significa que lo que pasa en la calle, su voz y su opinión acaba, con el tiempo y la contundencia, convertido en Ley. Eso no quiere decir, a mi entender, que los jueces actúen al dictado de la Sra. Montero y sus huestes (que se ha hartado de decir en las redes que la consideración de agresión sexual, es decir, violación, en vez de abuso, tiene muuuucho que ver con ellas), sino que, como es lógico, los jueces, que son humanos, y saben que pueden errar, antes de juzgar, miran a la calle, la escuchan e intentan obtener la visión global de cuanto ha sucedido. La responsabilidad de determinar los años de prisión de una persona y valorar su delito cometido no es pecata minuta y requiere un alto compromiso no solo con la profesionalidad, sino también con la ética. Y esta se recoge en diversas fuentes, no solo en mirar la letra escrita y lo prefijado. Lo saben bien los jueces, a los que criticamos cuando dictan la sentencia que nos gusta y de los que nos arrobamos el mérito de haberlos conducido directamente a una convicción determinada que les sirva a dictaminar lo que nosotros creemos oportuno.
Verán. Yo no soy sospechosa. Desde el principio pensé que esto era violación. Y lo declaré en cuantos medios me preguntaron. Eso quiere decir que con mi propio testimonio, yo estuviera conduciendo a los jueces al suyo. Ellos son como el resto de la población, parte de ella, es más. Y esta sentencia es producto de la evolución de todos, como sociedad hace la consecución de la igualdad de derechos, a la defensa de que no exista preeminencia de nadie sobre nadie y a evitar, de una vez que se puedan justificar las agresiones sexuales cuando la víctima no se juega la vida para evitarlas. Mi alegría es manifiesta, porque creo que sienta Jurisprudencia y que las futuras manadas que haya ya no actuarán –o eso espero- con la alegría. Pero me preocupa que haya quien piense que esto se ha debido a la presión ejercida sobre los jueces... Si eso fuera así, estaríamos todos en peligro y creo que se trata de lo contrario.
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