Los calores del verano favorecen la relajación de las costumbres. Imagino que algo así es lo que le ha ocurrido a la primera ministra de Finlandia, Sanna Marin, quien ha aparecido en un par de vídeos dándolo todo en una fiesta privada, al ritmo de ... la música y con un puntito de felicidad en sus ojos. La joven política, de apenas 36 años, ha reconocido sin problema alguno que había consumido alcohol ese día y no drogas, como se intentó deslizar por algunos malintencionados al escuchar a un invitado al sarao referirse a “la pandilla de la harina”. Para evitar más especulaciones, la estadista se sometió a un test de drogas, cuyo resultado negativo se conoció precisamente ayer.

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El asunto ha cobrado más relevancia si cabe por la ola de apoyo internacional que ha cosechado la líder socialdemócrata en las redes sociales, donde en los últimos días innumerables mujeres comparten sus momentos de juerga bajo el movimiento “Solidaridad con Sanna Marin”.

Y el escándalo ha sido aprovechado por la portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, y por el vocero parlamentario de Unidas Podemos, Pablo Echenique, para denunciar que estamos ante un nuevo caso de machismo -cómo no- porque de haber sido un hombre el político fiestero no habría cosechado tantas críticas.

Habrá que recordarles que, al igual que a la política finlandesa, también se puso de vuelta y media a Boris Yeltsin -campeón etílico donde los haya- por su amor al vodka cada vez que se subía a un escenario; a Boris Johnson y sus famosos viernes de vino y desenfreno en Downing Street; o al propio expresidente del Gobierno Mariano Rajoy simplemente por lanzarse a la pista cada vez que escuchaba “Mi gran noche” de Raphael. ¿A quién no se le van los pies al oír esta pegadiza canción?

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Pero una cosa es correrse una juerga y otra muy distinta es hacerlo, como vulgarmente se dice, de gañote. Sobre todo, si te dedicas a la cosa pública. Ejemplos los tenemos muy cerca en nuestra comunidad autónoma. Recuerden al alcalde de Valladolid, Óscar Puente, conocido por su frase “mis vacaciones me las pago yo”. Poco después un amigo empresario, que había conseguido una buena contrata del ayuntamiento pucelano, reconoció ante el juez que alquiló el yate en el que ambos disfrutaron de unos días en aguas de Ibiza y Formentera hace un par de años.

Ahora ha saltado a la palestra el vicepresidente de la Junta de Castilla y León, Juan García Gallardo, quien compartió en sus redes sociales hace unos días una fotografía en la que se le podía ver disfrutando de una corrida de toros en el burladero de autoridades de la plaza de Roa, cuando su presencia no aparecía en su agenda institucional. Es decir, no estaba en representación de la Junta.

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El incansable azote del actual Gobierno regional, es decir Francisco Igea, ha asegurado que va a llevar el caso a la Comisión de Ética Pública porque, según el Código de Ética y de Austeridad de los altos cargos, “no se pueden aceptar invitaciones que no figuren en la agenda pública”.

Y ya puesto, el llanero solitario de la política regional, ha dejado igualmente en manos de la citada comisión el caso del presidente Alfonso Fernández Mañueco, que también se mostró en redes sociales en la final de la Champions que ganó el Real Madrid junto a un conocido empresario salmantino al que la Junta había adjudicado un suculento contrato por el procedimiento de urgencia. Hasta ahora, el presidente regional no ha justificado que los gastos de su escapada futbolera a París -entradas, billetes de avión...- se los costeara de su propio bolsillo. Y eso es lo que va a tener que estudiar la Comisión de Ética, que tiene una gran oportunidad para demostrar si realmente sirve para algo.

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De momento, es verano. Dejemos que nuestros políticos se vayan de juerga. Pero, eso sí, las copas... que se las paguen ellos.

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