Hace pocos meses, el que fuera director de la Real Academia Española, Darío Villanueva, publicó un libro titulado “Morderse la lengua” (Espasa, 2021). En él ... nos aclara un asunto trascendente: Corrección política y posverdad, donde analiza y desmonta esa invasión que hoy padecemos. La clave de la “corrección política” está en una forma de ‘ingeniería semántica’ al servicio de la censura. Pero la “corrección política” ataca también otros terrenos, como la xenofobia, los derechos de los animales, la pervivencia de actitudes poscolonialistas, el eurocentrismo o el medio ambiente.
Publicidad
El origen de lo políticamente correcto está vinculado a los campus universitarios en los años de la guerra de Vietnam. Las universidades californianas fueron el escenario de estos movimientos, bajo la influencia de Herbert Marcuse, el politólogo alemán que formó parte de la Escuela de Frankfurt, junto a Adorno y Horkheimer. En Estados Unidos Marcuse se convirtió en el filósofo favorito de la New Left.
Entre nosotros y no hace mucho (2018), Carmen Calvo denunció en sede parlamentaria que “tenemos una Constitución en masculino” y anunció que era intención del ejecutivo promover una reforma de nuestra Ley de leyes para acabar con la obsolescencia de su redacción en este punto y promover su adecuación a un lenguaje “inclusivo, correcto y verdadero a la realidad de una democracia que transita entre hombres y mujeres”.
Calvo afirmó también su compromiso personal e institucional para que “la igualdad de todos los españoles, hombres y mujeres, y con independencia de su orientación sexual e identidad de género, etnia, opiniones y creencias, discapacidad u otra circunstancia, sea real y efectiva”.
Publicidad
Pero los cambios solicitados entraban de lleno en los artículos protegidos por el 168 de la Constitución, lo que hacía cuasi imposible su tramitación.
En cualquier caso, el llamado lenguaje inclusivo, que cualquier hablante detesta porque ataca la economía del lenguaje, ha penetrado en el habla pública de muchos políticos que jamás se atreverán, por repetitivo y ridículo, a usarlo en su habla cotidiana.
A esta censura de la corrección política se ha unido la llamada posverdad, y es que Internet ofrece un poderoso canal para las “insinuaciones, murmuraciones, calumnias y difamaciones y, en general, para la mentira”. Y esto se ve agravado porque la “cultura líquida moderna” ya no está basada en el aprendizaje y la acumulación de saber. Ya no hay plebe a la que ilustrar sino clientela a la que seducir.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.