Debe de ser muy duro aguantarnos para que tantos políticos y gobernantes terminen dándose a la bebida.

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Hay ejemplos míticos como el de la reina madre de Inglaterra, de quien se decía que estaba embalsamada en vida en alcohol porque duró 101 años cumpliendo su ... discreta tradición diaria de tomarse una copita de ginebra. A sus títulos nobiliarios, la esposa de Jorge VI pudo unir durante años el premio de cliente del mes de una conocida marca de bebidas espirituosas.

El expresidente Boris Yeltsin no le iba a la zaga. Contaba Bill Clinton que el oso ruso estuvo a punto de generar un conflicto internacional con Estados Unidos en una de sus visitas al país “amigo” por una melopea mal gestionada. Al parecer, burló a la seguridad norteamericana y se escapó de la Casa Blair, el edificio donde se aloja a los mandatarios extranjeros situado frente al ala oeste de la Casa Blanca para dedicarse a medir aceras. De regreso, se salvó de milagro de ser tiroteado por la guardia de la residencia, que lo confundió con un vulgar borracho que intentaba asaltar la vivienda.

A otros, sin embargo, lo que les emborracha es la política en sí. De lo contrario, con la que está cayendo, resulta difícil encontrar una explicación sensata a la presentación que hizo el otro día el presidente Pedro Sánchez, en la que soñó para todos nosotros la España de 2050. Fruto del delirium tremens, llegó a pedir que la población española redujera la ingesta de alimentos de origen animal. Vamos, en treinta años todos veganos. Espero que se marche pronto con su tajada a casa y deje de tocarnos los jamones.

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Los hay también que han pasado a la historia por sus frases etílicas como Aznar cuando se burló de las campañas de la DGT y pidió que le dejaran beber tranquilo o Rajoy con aquello de “¡viva el vino!”.

Y luego están los políticos de alcoholímetro. Que al soplar cocido das 0,43, como le ocurrió al líder socialista regional, Luis Tudanca, cuando era diputado, pelillos a la mar. Si le pones más empeño y tu castaña alcanza una tasa de 0,77 como la de la exvicepresidenta regional Rosa Valdeón, es motivo de dimisión. La moña del concejal Dani Llanos de hace unos días no superó a la reincidente zamorana por apenas tres centésimas, pero también se lo ha llevado por delante.

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Qué razón tenía el joven exedil, cuando, con voz quebrada, dijo ante la prensa aquello de que “la ejemplaridad es una convicción y nunca debe ser una opción”.

Lástima que le costara unos días y varias conversaciones con su azorado alcalde para llegar a tal conclusión. Porque, si tan convencido estaba, bien pudo presentar su renuncia el mismo día en que, una vez publicada la noticia de su traspiés, realizó un ejercicio de transparencia en su cuenta de Twitter y reconoció que lo habían pillado con el carrito del helado al volante. Por contra, prefirió que pasaran unos días para ver cómo se superaba la resaca.

Y es que “amigos” no le faltaron que quisieron llevarle por otro camino hasta el último momento. De su propio partido y de Ciudadanos. Fernando Castaño, por ejemplo, llegó a decir ante los medios de comunicación que “hemos pasado un año muy difícil y es normal tener un momento de debilidad”. Al concejal de la cosa del Turismo, aprendiz de Ayuso en eso de dejarse querer por la hostelería, habría que decirle que como nos dé a todos por tener un momento de flaqueza por los quince meses de pandemia que llevamos padeciendo, los guardias civiles y policías locales iban a echar más horas extra que el piloto del Falcon de Pedro Sánchez.

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Y es que no se trata de reventar o no el alcoholímetro para irse a casa. La vara de medir a un político debe ser muy fina. Al fin y al cabo llegan a esos cargos, en teoría, con espíritu de servicio y si no dan ejemplo al ciudadano lo mejor que pueden hacer es dejar paso al siguiente. Por eso, Tudanca debería haber vuelto a la Universidad de Burgos tras su chispa, Francisco Igea tendría que haber regresado a curar enfermos después de su famoso “terrazagate” y Daniel Llanos está obligado a buscarse la vida como cualquier hijo de vecino porque juventud y talento no le faltan.

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