El tiempo viene envuelto en plástico fino”, dice Andrés Calamaro en una de sus canciones. Y Radio Futura nos recordaba hace años que “tienes veneno ... en la piel, y es que estás hecha de plástico fino”. ¿Quién no se ha quejado en alguna ocasión de que “esta comida sabe a plástico”? Nos dicen que la carne no es recomendable, porque contiene hormonas y no sé cuántas cochinerías más. Por si fuera poco, los pedos de las vacas y otros rumiantes contribuyen a la destrucción de la capa de ozono, aceleran el cambio climático y acabarán con la vida sobre la faz de la tierra. ¿Y los pedos que sin duda soltarán los repantigados parlamentarios de los distintos foros internacionales, nacionales y autonómicos? Porque no me digan que son espíritus puros y no se les ha escapado alguna vez un cuesco. Mejor no entrar en las pormenorizadas descripciones del ventoseo de las que Cela alardeaba, y de los distintos escorzos, movimientos, carraspeos y otras estrategias con las que el ilustre premio Nobel reconocía su buen hacer en el trance de la expulsión de gases.

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