Estamos en manos de pirados, locos, sonados, dementes, lunáticos, chiflados. Qué persona en su sano juicio iba a imaginar hace unas semanas que hoy, 1 de marzo de 2022, pendería sobre nuestras cabezas una amenaza nuclear real activada por el sátrapa Vladímir Putin. Así ha ... reaccionado el dictador comunista a las sanciones económicas que los países occidentales han impuesto a Rusia tras su invasión a Ucrania. El problema es que la escalada violenta va a ir a más. De otra forma, no se entiende que la Unión Europea, que en un principio pensaba que el conflicto se iba a resolver con rapidez, haya aprobado destinar 450 millones de euros a financiar el envío de armas y munición a Ucrania, en una decisión verdaderamente histórica.

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Derribar a este psicópata va a ser muy difícil. Lo afirma una voz tan autorizada como Marc Marginedas, el corresponsal de “El Periódico” en Moscú, que en 2013 estuvo secuestrado durante seis meses en Siria por radicales islamistas. Antes de dar su brazo a torcer, el tirano ruso huirá hacia adelante porque sabe que, de lo contrario, podría acabar sentado ante un tribunal. Según este reputado periodista, la solución a la guerra podría llegar por la vía china, ya que Xi Jinping es de las pocas personas a las que respeta el dictador ruso.

El grado de chaladura de Putin es comparable al de Donald Trump, quien estos días ha elogiado la inteligencia del presidente ruso y ha animado a que su país siga su ejemplo en su frontera sur, es decir, con México. Dado que el famoso muro que iba a construir en la frontera quedó en una campaña cosmética, el del flequillo naranja -por fortuna, alejado del poder- envidia el despliegue de cientos de tanques junto al país vecino. Lo cierto es que ambos habían dado muestras de su enajenación en numerosas ocasiones, pero esta vez se han pasado de frenada.

En mucha menor medida, también dentro de nuestras fronteras hemos visto casos de al menos trastornos mentales transitorios. En el Gobierno español se pueden encontrar varios ejemplos. Ahí tenemos a nuestro Dorian Gray presidencial, cuya única preocupación es aparecer ante la opinión pública como un gran estadista, capaz de escribir tanto con la derecha como con la izquierda. Miren las fotografías que difundió Moncloa hace unos días en las que aparece un seductor Pedro Sánchez preocupado por la crisis de Ucrania sujetando el boli con ambas manos. O podemos recordar al comunista Alberto Garzón, que pasará a la historia como el único ministro de un país que critica los productos de su propia nación en un medio de comunicación extranjero. Con lo guapo que hubiera quedado calladito y la de ruedas de prensa con fondos de vacas y ovejas de sus adversarios políticos que nos hubiera ahorrado...

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Al otro lado del espectro político, en Génova 13, sin ir más lejos, también se han producido en las últimas semanas escenas de auténtica locura, con el presidente de un partido denunciando sin pruebas por presunta corrupción a una compañera que le hacía sombra en la calle. En esta guerra de egos los tanques se sustituyeron por codazos, que han dejado un reguero de víctimas políticas y, sobre todo, de votos por el camino. El tratado de paz se ha cerrado en falso y todo apunta a que nos tocará ver alguna batalla más antes de que la contienda se cierre definitivamente, si es que se consigue.

Por eso, cuando alguien les diga que no va a ir a votar porque está desencantado con los políticos, no le haga caso. Al contrario, empápese bien de la trayectoria y la personalidad de cada candidato, estudie a fondo sus planteamientos y programas electorales y vote en conciencia al que considere mejor para sus intereses. Tómeselo muy en serio. Ya ha visto qué puede ocurrir si vota a unos o a otros.

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