Cubiertas de musgo y líquenes, así están algunas paredes de piedra de Villamayor y tejados de la Catedral y de las iglesias de San Esteban ... y Santa María de los Caballeros, sin duda, algunas de nuestras joyas arquitectónicas. Pero no son los únicos monumentos afeados por la vegetación, las machas verdes comienzan ya a vislumbrarse en las iglesias de San Julián, Las Claras, La Clerecía, e incluso en la Plaza Mayor de Salamanca. Y seguro que si miramos con detenimiento el resto de edificios de la zona histórica de la ciudad encontramos más monumentos con estas huellas que reflejan la falta de mantenimiento tras las intensas lluvias de las pasadas semanas. Un descuido inadmisible en cualquier lugar, pero más aún en una ciudad como Salamanca, donde el patrimonio es un pilar fundamental de la economía y de la vida de la ciudad.

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Salamanca es Patrimonio de la Humanidad desde el año 1988. La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura, conocida como Unesco, realizó está designación hace más de tres décadas como reconocimiento al importante patrimonio histórico-arquitectónico que atesora la ciudad, una distinción de la que nos sentimos muy orgullosos los salmantinos, pero que, no podemos olvidar, lleva aparejada el compromiso de sus instituciones, y de la ciudadanía en conjunto, por el cuidado de su riqueza monumental, algo que, a juzgar por el color verdoso que cubre parte del patrimonio, parece que a algunos se les ha olvidado en las últimas semanas.

Desde hace varios años Xu Hongfei alegra la Plaza Mayor y otros espacios de la ciudad con sus llamativas creaciones. En esta ocasión la escultura está dedicada al año del conejo del agua. No tardaremos en ver a salmantinos y turistas acercarse a la figura para inmortalizar la imagen con sus móviles. Es una buena idea y un motivo más para visitar la ciudad; sin embargo, ¿qué dirán los turistas cuando vean el musgo que crece en algunas de nuestras iglesias?

Tan importante es contar con nuevos atractivos que llamen la atención de los viajeros como el buen mantenimiento de los monumentales inmuebles que hacen de Salamanca un lugar único en el mundo.

El Ayuntamiento acertó cuando colocó vinilos promocionales en los escaparates de los locales vacíos del casco histórico. Así se hizo con motivo de la Semana Santa o por la celebración del Festival Siglo de Oro. Hay que aplaudir esas iniciativas, pero en esta ocasión los responsables de las instituciones merecen un tirón de orejas por descuidar el buen estado de nuestros Rolex —no me resisto a hacer un guiño a Shakira y Bizarrap y su canción de despecho—.

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En ocasiones nos olvidamos de las pequeñas cosas del día a día porque nos obcecamos con cuestiones grandilocuentes que, probablemente venden más de cara a la galería, pero no servirán de nada si cuando el turista llega a la ciudad se encuentra con líquenes en las paredes de la Catedral o machas verdosas en las piedras de la Plaza Mayor.

De poco nos sirve la promoción en Fitur, en Intur y en otras ferias de turismo si descuidamos lo más importante: la buena salud de nuestros monumentos.

Cuestión aparte es la mala educación de algunos ciudadanos que no tienen escrúpulos y marcan con pintadas los monumentos. El pasado viernes la víctima fue la iglesia Santa María de los Caballeros y todo apunta a que el objetivo era reavivar la división entre ortodoxos y católicos. No hace mucho, en plenas navidades, también se produjo una pintada en el Puente Romano. Simplemente, una vergüenza.

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