Febrero, quién te ha visto y quién te ve. El de antes encerraba al sol en un baúl y apenas le dejaba asomarse. Vivía en ... tinieblas y entre nieblas. Un día y al otro también dejaba sobre el suelo una sábana blanca de hielo, escarcha, cencellada. Tiritaba el mercurio del termómetro y las chichas del cerdo sacrificado se helaban en minutos. Nos obligabas a ir envueltos en paño bejarano, amarrados con bufanda y enfundados en guantes. Y con ropa interior de franela. Se candaba el Tormes y con frecuencia venía de la Sierra de Béjar un viento gélido, casi polar, que daba a las chacinas de Candelario, Ledrada o Guijuelo su ser, su esencia. Los días iban a más pero apenas se notaba y además nadie quería salir de casa para comprobarlo: ya nos contaría alguien si por San Blas vinieron las cigüeñas o no, decíamos. Todo eso es historia o por lo menos ha sido así este año. Se dice que febrero ya no es lo que era y si antes en el Carnaval del Toro la felpa dominaba los disfraces este año igual hay que salir con atuendo carioca.

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Da que pensar, como el hecho de que un ciudadano haya sido atropellado en plena calle peatonal con desenlace mortal. Es un hecho fortuito. Una desgracia, pero ha sucedido. Uno, que hace mucha calle, hace tiempo que ve en los repartidores el estrés en su gesto: demasiado reparto en pocas horas y pocas calles. Se va corriendo a todas partes, te despistas y ... Veo el zigzag acelerado de los vehículos evitando las jardineras emplazadas para evitar ataques terroristas o similares, y veo también el exceso de confianza con el que los peatones vamos por la calle. A determinadas horas las calles peatonales no lo son en exclusiva de los peatones y tienen que saberlo, como los repartidores deben saber que en las horas de carga y descarga las calles no son suyas solamente. Se impone una reflexión de técnicos, políticos y afectados, y alguna medida.

Sigo pensando que marginar a Gabriel y Galán es un inmenso error. Fue un poeta social, que empatizó con el mundo rural –en pie de guerra hoy—y escribió con su lengua, sus palabras o expresiones. Hace tiempo lo fue todo en los colegios, pero hoy, ay, me temo que no es así, salvo, quizás, en Villoria, Fuenterroble o la Normal salmantina, centros que llevan su nombre. Ahí sí. Mañana, José Antonio Sayagués recita a Gabriel y Galán en el Casino; habla con él. Bien. Un poco más tarde, actúa Tomasito en Salamanca; uno de los heterodoxos del flamenco, que lo fusionó con todo lo que encontraba. Trabajó con Lola Flores y esta le animó a romper límites. Lo sigue haciendo, incluso hace mimo y teatro. Es un tipo libre y le gusta el “Vino Amargo” de Rafael Farina. La agenda cultural que sobrevive al carnaval recomienda “Intocables” en el Liceo, la obra inspirada en la película, que, a su vez, se inspiró en la novela y la vida real. Llega en pleno debate sobre la eutanasia. Para dar que pensar.

Siempre se ha dicho que los tuits los carga el diablo, así que hay que andar con cuidado. No lo hicieron en Reino Unido y mire: vea la película “Brexit”, ahí se cuenta todo. También se dice que detrás de la cortina de internet alguien apunta qué nos gusta o dónde estamos, y vende esos datos a otros, porque hoy, esos datos, son materia prima; así que me parece bien que solo por eso las tecnológicas nos devuelvan algo.

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