La pandemia del coronavirus nos familiarizó con una terminología en principio novedosa, pero ya sobradamente asumida, como asumido tenemos el uso de la mascarilla... y ... más nos vale porque el bozal va para largo. Hemos sabido distinguir entre epidemia y pandemia, entre rebrotes y nueva oleada, entre los distintos tipos de tests, entre contención, desescalada, desconfinamiento, pactos de recuperación, nueva normalidad, etc. Y cuando ya creíamos que el coronavirus iba a receder con los calores estivales, resulta que no, que el calor le va tanto como el frío y que al bicho también le gusta tomar el sol.

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Países que habían estado a punto de darle esquinazo como consecuencia de una buena gestión, ahora nos sorprenden con toques de queda, restricciones y prohibiciones. Así sucede en Australia. En un principio los australianos habían sido menos estrictos que sus vecinos neozelandeses en términos de confinamiento. Decidieron declarar la pandemia antes de que lo hiciera la propia OMS y cerrar sus fronteras a los extranjeros en el mes de febrero. Pero el virus ha sido tan elusivo que las autoridades de Victoria y Nueva Gales del Sur se han visto obligadas a reforzar las duras medidas que ocasionaron una brutal contracción del 10% a su economía, la cual no había sido tan golpeada desde la famosa sequía de 1931. Turismo, comercio y construcción han sido los sectores más afectados.

En Nueva Zelanda el gobierno fue de los primeros en imponer la cuarentena, que se complementó con uno de los regímenes de confinamiento más estrictos. Escuelas, cafés, iglesias, clubes, comercios y restaurantes se cerraron de inmediato, si bien en junio se permitió la apertura de tiendas, gimnasios y espacios de juegos. La primera ministra estimuló la economía con el mayor esfuerzo hecho en tiempos de paz, rebajó los impuestos y se llevaron a cabo desembolsos directos para abonar determinados servicios. Ahora, ante un único caso después de tres meses limpios, vuelta al confinamiento.

La economía de ambas naciones depende en gran medida de China, el principal socio comercial en términos de exportaciones e importaciones. Sin embargo, Australia y Nueva Zelanda no olvidaron las relaciones con otros países de la zona, además de potenciar el acuerdo bilateral de libre comercio por el que se rigen desde 1983. Igualmente, fortalecieron los intercambios con Canadá, Corea del Sur y Singapur.

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Pero la presencia del gran gigante asiático no se puede obviar cuando la “globalización a la china” pugna por alzarse con el éxito en un mundo cada vez más bipolar. Una de las muestras más claras de esa estrategia es la Iniciativa de la Ruta de la Seda, con sus seis corredores terrestres y uno marítimo. Cuando haya pasado la pandemia puede que el futuro sea de China. Y si no, al tiempo.

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