Todavía no ha sido ratificado como nuevo secretario general del PSOE de Salamanca y a David Serrada ya se le está viendo el plumero. Otro “sí-bwana”, que dirían los porteadores de las películas de Tarzán.

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La semana pasada había ido a pedir de boca ... para los intereses de los socialistas locales. El miércoles se conocía que el magistrado del Juzgado de Instrucción número 2 de Salamanca, Juan Rollán, había emitido un auto por el que citaba a declarar como investigados al presidente del PP charro, Javier Iglesias, y a la gerente del partido, Isabel Sánchez. El juez ha encontrado algo más de 24.000 euros que no aparecen debidamente justificados en las cuentas de la formación política y que se utilizaron para abonar la deuda de los afiliados que no habían pagado sus cuotas, de tal forma que así pudieran participar en las primarias que ganó el actual presidente de la Junta de Castilla y León, Alfonso Fernández Mañueco. Una escandalera que no parece tener mucho recorrido, porque el mismo juzgado ya archivo la causa hace dos años, pero escandalera al fin y al cabo.

Pues bien, haciendo gala del don de la oportunidad, dos días después, el joven parlamentario socialista comparecía ante los medios de comunicación, junto a sus compañeros Elena Diego y Fran Díaz, para pasar el botafumeiro a los Presupuestos Generales del Estado. Hasta aquí todo normal. Pero no sé si finalmente se le calentó la boca, o lo que es peor, pensó. El caso es que, a preguntas de los periodistas sobre cuándo volverán no las oscuras golondrinas sino las frecuencias de los Alvia Salamanca-Madrid anteriores a la pandemia, David Serrada se fue por la tangente y le dio por exigir al Ayuntamiento y a la Diputación que paguen trenes turísticos como una solución alternativa a la desidia de Renfe. Y se quedó tan oreado.

Cuando se enteró el alcalde de Salamanca no se lo podía creer. “Hay pocas formas más groseras de escurrir el bulto”, dijo con toda la razón.

La metedura de pata del mandamás socialista local fue de aúpa. Más le hubiera valido acercarse hasta el paseo de la Castellana, a los soportales del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana -mira que le gustan los nombres largos a este Gobierno...- y encadenarse a una papelera hasta conseguir que sus correligionarios le tomen en serio.

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Sin embargo, prefirió terminar la semana en Burgos, acudiendo al XIV congreso autonómico del PSOE de Castilla y León, al cual iba a asistir el cuarto rey mago, ese que viaja en Falcon y reparte sonrisas por doquier aunque caigan chuzos de punta.

Me hubiera gustado ver su cara cuando Pedro Sánchez anunció a bombo y platillo que va a soltar la pasta para montar el primer centro nacional de fotografía en Soria y un centro de innovación y tecnificación de alto rendimiento de formación profesional en Segovia. Qué curioso, dos ciudades gobernadas por el PSOE.

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Seguro que se imaginó espetándole al jefe supremo: “¿Y a nosotros qué nos toca? Si por lo menos nos devolvieran esos de Renfe lo que teníamos hace apenas dos años podría sacar algo de pecho en casa. Si solo es poner unos trenes más... Y además dicen que los van a llenar, que Salamanca está preciosa últimamente...” La gélida mirada del presidente le sacó de su ensimismamiento y pudo leer en sus ojos: “Ponte las pilas y gana las próximas elecciones para mí. Dile a José Luis Mateos que si desbanca a Carbayo recibirá sus dádivas correspondientes. Así que ¡a trabajar, compañeros!”

Después de acabar con las manos enrojecidas de aplaudir al líder, el regreso a la ciudad del Tormes se tiñó de tristeza. Una vez más había tenido que decir: “Sí bwana”.

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