A Jean-Louis Trintignant, otro menos.
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Olvidémonos del conocimiento, un valor en crisis, y quedémonos con la experiencia como motor de vida y fuente de ... diagnósticos y puede que de soluciones, aunque difícil nos lo fía la cruda realidad social.
Si tamizamos la experiencia aún libre del “soma” (gracias Aldous Huxley) televisivo y político, uno con su oferta de ocio primario y devastador, y el otro pendiente de que no nos falten subvenciones para que el poder corrupto y rastrero (el caso Mónica Oltra es el último episodio) se perpetúe con una democracia secuestrada y obediente, nos asomamos al precipicio al final de la escapada.
Alguien ha dicho que se está formando la tormenta perfecta para una crisis de dimensiones siderales. Y nada tiene que ver con la economía. Lo de menos va a ser que nos empobrezcamos, algo que arrastramos desde el 2008, pues antes o después y por mucho “soma” que nos metan por los ojos, el colapso llegará: no habrá fontaneros (ya no los hay), no habrá oficinas bancarias (ya no las hay), no habrá nadie al otro lado del teléfono (ya no hay, marque o diga “uno”), no habrá bolígrafos (ya no los hay y los que hay no tienen quien les escriba), no habrá Historia (habrá ficciones y mentiras a la carta), no habrá educación (el tratamiento de usted ha desaparecido en beneficio de la distopía socialista: TÚ, mi súbdito).
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Habrá esclavos eufemísticamente llamados teletrabajadores y “riders” con la lengua fuera; habrá montones de gente gorda, orgullosamente gorda y enferma, lo sexi será, ya lo es, el desparrame. Porque yo lo valgo.
Pero diseccionando todavía más la situación con mimo microquirúrgico, es fácil comprobar que el problema no es otro que la normalización que la sociedad hace de él. Ya nadie parece escandalizarse de nada y se da por sentado que lo que vivimos es “lo normal”, parte de nuestra propia evolución.
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Decir algo en contra de la normalización del borreguismo y de lo macarra, como es el caso de este artículo, te sitúa directamente en el club fascista por parte de intolerantes a la democracia como la dirigente del PSOE Adriana Lastra, que hace tan solo unos días animaba a votar a su partido en Andalucía para no tener que tomar las calles el lunes 20 de junio.
Y no pasa nada: la gente traga y vota. Alerta antifascista. Todo se normaliza: las llamadas a la revolución bananera, los golpes de Estado (recuerda Cataluña), la violencia por la violencia. Todo se normaliza. ¿Ruido de frenos de un tren? Nooo, Wolfgang Bad Bunny Mozart.
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