A Pablo, que lo bautizamos hoy.

Publicidad

No le defraudemos mañana

Tal cual. No va más. Rien ne va plus. La bolita electoral corre hoy ... a toda velocidad por el peralte interior de la ruleta, y mañana domingo empezará a desacelerarse dando saltitos caprichosos entre números rojos y negros. Mañana ya sabremos dónde caerá, qué nos deparará el futuro, ¿esperanza, continuismo, incertidumbre, ilusión, miedo...? Las elecciones ya no se miden en programas, se miden en efectos especiales... Más que un acto democrático, votar es hoy un viaje en “el tren de la bruja”, algunos se divertirán, otros recibirán un buen escobazo que los dejará aturdidos cuatro años...

Las campañas ya no son lo que eran. Echo en falta entusiasmo y programas, música electoral en las calles, debate en los bares, en los hogares; las elecciones eran una fiesta en la que la democracia tomaba el mando. Hoy, y no es ninguna boutade, podríamos perfectamente pasar sin ellas, nadie lo notaría. Usted sería concejal o eurodiputado por obra y gracia de un programa informático. Nadie lo notaría...

Hoy “reflexionamos”, honda palabra, en busca de un voto justo, con tino. Todos buscamos, debería ser así, lo mejor no para nosotros, sino para el común. Por desgracia el voto se ha diluido en fango, aunque aún hay un acto que me vuelve loco, que es el nanosegundo en el que dejo caer, libre, el sobre en la urna. Sigo creyendo en la fuerza de ese nanosegundo que yo congelo en mi ánimo. Sigo creyendo en la fuerza de ese voto que “regalo” en busca de un futuro mejor para mí y para todos... Pero como dice una buena amiga cuando me pregunta si insistiré el domingo en votar: “empiezas a preocuparme”, responde a mi afirmación; la misma amiga, persona cabal e inteligente, que me dice que el ambiente electoral es hoy “vomitivo”: “voy a hacer —me escribe por WhatsApp—, voy a mejorar, voy a quitar... ¿pero no se darán cuenta que eso ya no “cuela”, que es lo mismo que en la dictadura?”

Publicidad

Joder, qué aburrimiento” Y es verdad, acabamos de pasar dos campañas electorales seguidas sin pena ni gloria, un ruido de fondo al que nadie ha hecho caso, porque España es hoy un país de incrédulos, de pasotas, de gente rogando al Santísimo que la prejubilen. Hemos oído y leído una sucesión de “voy a hacer, voy a quitar, voy a mejorar” que no son más que ocurrencias en su mayoría, nada meditado o consultado con profesionales, si acaso con palmeros. Pero yo seguiré votando erre que erre y mi consejo es que hagan lo mismo, que se pongan guapos y voten.

No va más.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas

Publicidad