La formación de Pablo Iglesias ha intentado dar un golpe maestro. Sin mucho éxito, al menos por ahora. Después de tres meses de marear la ... perdiz, Pablo Manuel Iglesias ha conseguido dar otra vuelta a la “tuerka”. Intentó hacerle morder el polvo a Pedro Sánchez en una última oferta propia de jayán valleinclanesco, sin darse cuenta de que “es perder el tiempo querer hacer blanco lo prieto”; y lo prieto, es decir, lo negro, estaba claro como el agua, valga la paradoja. No hubo trato.
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Pedía el jándalo ministerios, entre ellos, ay, el de Universidades. ¿Por qué Universidades? Me pregunto yo. Como no sea porque, como decían los viejos pastores, el polvo que va detrás de la oveja alcohol es para el lobo. Nos íbamos a enterar. Total, que como que no quiere la cosa, por arte de birlibirloque y de forma perfunctoria y al desgaire (muy en consonancia con su aliño indumentario y su descuidada expresión corporal) Iglesias ha querido darle al doctor cum laude sopas con honda en un quiebro digno del mejor forcado en el último minuto del debate de investidura. Y yo que creía que Iglesias no era más que un progre demagogo de asamblea de facultad. Me veo obligado a rectificar, porque ha demostrado ser todo un estratega. Pasmado me dejó su audacia, su taimada astucia y sus fintas con el estilete desenvainado del tahalí, aunque no consiguiera desarmar al rival.
Ya no hace falta, pues, que vuelvan a cambiar los colchones en la Moncloa. En el de Galapagar con dos que duerman es más que suficiente. De haber salido bien la jugada, con la vicepresidenta de lo que fuere en el gobierno e Iglesias de consorte opositor, la política no solo hubiera hecho extraños compañeros de cama, sino que se hubiera convertido en una auténtica cama redonda. En todo caso, Iglesias ha demostrado que tiene cacumen bajo la coleta, que es un político calculador, frío y maquiavélico, no del todo eficaz en esta ocasión, pero quién sabe lo que puede urdir en el futuro. Todo sea por seguir pagando la hipoteca del humilde chamizo en la sierra madrileña. Al cabo, no hay nada como el dinero para allanar caminos y conciliar voluntades.
Por el ego se sabe dónde está el fuego. Visto lo visto en el debate, el ego algo subido y la autoestima desbordada la tienen todos los cabecillas de los principales partidos. Los del resto de las formaciones parlamentarias (independentistas cerriles, nacionalistas desleales, autonomistas de campanario regional y aprovechados de toda laya), también. Porque saben del poder que les asiste a la hora de chantajear a quien gobierne, sea quien sea. Lo importante es lograr sus propósitos. Después, el que venga detrás que arree, o tras el burro muerto, la cebada al rabo; o si se prefiere seguir con el refranero, después de muerto Pascual, le sacan el orinal.
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