A Charlie Whatts. The party is over
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Aún me ronda en la cabeza una frase de Basilio Martín Patino extraída de una entrevista en “La ... Vanguardia” y que decía, más o menos, “añoro un mundo que no existió”. Aún recuerdo lo impactante de la reflexión del director de cine salmantino, el desencuentro con la realidad y una nostalgia por lo que ni siquiera sucedió. Hace unas pocas semanas, en ABC, el director de la Sinfónica de Chicago, el italiano Riccardo Muti, venía a decir lo mismo que Patino: “Me he cansado de la vida, porque este es un mundo en el que no me reconozco”.
Las visiones de la vida de Patino y de Muti, más allá de sus personalidades -el cineasta de Lumbrales no dejaba de ser un hombre lánguido- sólo puedo traducirlas como daños colaterales del mundo que nos está tocando vivir y del que somos horrorizados testigos. Personalmente, más allá de la utopía y de los sueños, añoro un mundo que ya no existe, que quedó bajo los escombros de las Torres Gemelas: los años 50 en los Estados Unidos, los 70 en España, la Costa Azul y el Hollywood en blanco y negro... (Nota: ahora que ha reabierto el hotel InterContinental, quizá puedan encontrarse con Ava Gardner paseando por Madrid).
Vivir se ha convertido en un campeonato de supervivencia: lejos de buscar la paz y la prosperidad económica e intelectual, nos hemos acostumbrado a vivir bajo las “bombas”: bajo los chinos, bajo Podemos, bajo Afganistán, bajo el abuso de las grandes corporaciones, bajo el “buenismo”, bajo las dictaduras, bajo los estúpidos límites de velocidad, bajo Maduro, bajo el mediocre, bajo C. Tangana, bajo Marlaska, bajo el burka del feminismo... Nos hemos acostumbrado a vivir en un mundo en el que nadie, con dos dedos de sensibilidad, nos reconocemos. Sobrevivimos: unos vegetando como víctimas de las democracias parasitarias, mientras otros luchamos contra viento y marea y damos gracias a Dios. Porque el truco, lo he acabado descubriendo, está en Dios y en la Educación, y ni Dios ni la Educación son “prime time”. Por eso, con Occidente en retirada -ruego que recuerden “Fahrenheit 451”-, los talibanes y el brutalismo están de vuelta. No hay nadie al mando.
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