DESDE que en las presidenciales del 92 el equipo de campaña de Bill Clinton lanzara su exitosa frase “¡la economía, estúpido!”, yo personalmente la he ... tenido y la tengo muy presente en mi vida, pues me sirve de comodín para todo, no digamos en estos tiempos de zozobras económicas, sociales y políticas. Y ahora, a propósito del desabastecimiento que sufre el Reino Unido y cuya imagen publicitaria han sido las gasolineras cerradas por falta de camioneros en las distribuidoras de combustibles, me viene de perlas frente a la intoxicación informativa que quiere hacer creer que el problema es el Brexit y no, “no es el Brexit, estúpido”.
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El Brexit es una cosa, una barbaridad propia de políticos cromañones y electores aún más cavernarios, y la falta de trabajadores es otra. El Reino Unido, pionero en muchas cosas, como en el Estado asistencial -un excelente sistema con un desastroso desarrollo- también va a ser líder en llegar a los problemas que ya sufren todas las economías avanzadas, y que no solo suponen el colapso socio-económico sino que afecta a la salud de nuestras democracias y a la fortaleza de sus instituciones.
Entregamos alegremente nuestros trabajos menos cualificados a los inmigrantes, corrompimos con subvenciones a nuestros compatriotas, le arrancamos el futuro y la independencia a nuestra juventud, y el resultado no es otro que un sistema a punto de estallar mientras populistas suicidas como Johnson o Pedro Sánchez (que ayer mismo regaba de dinero a los jóvenes de 18 años en otra compra bananera del voto disfrazada de bono cultural) miran para otro lado y culpan, curiosamente, a los únicos que mantienen en pie el castillo de naipes: los empresarios; unos empresarios que no podrán hacer frente durante mucho más tiempo a una fiscalidad que roza el terrorismo, pero sobre todo a una escandalosa falta no de mano de obra, sino de ilusión por trabajar.
Ahora mismo, y desde hace años, en Londres, en Estocolmo, o en Madrid, es posible vivir del cuento: trabajar no interesa, es de fascistas. Y de tontos. Entre llevar un camión cargado de cerdos gordos y ver la última serie de televisión, los votantes no tienen duda: sofá, cerveza y sobredosis de asesinatos. Y más sofá, más cerveza y más asesinatos. Y esto es el Reino Unido descomponiéndose y la España que viene, estúpido.
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