Lo que más me admira de nuestros políticos, de esta jauría que nos gobierna, es que nadie, un buen día, vea “la luz” y se ... pegue dos tiros para alcanzar a saborear unas migajas de dignidad. Da igual que sean unos corruptos, unos horteras olímpicos, o unos descastados sin sentido del ridículo. No pasa nada, esta gente, esta gentuza quiero decir, a lo suyo, al estropicio, al caos, al derroche, al asalto literal a lo más sagrado: la Constitución, la Justicia, la Educación y la Jefatura del Estado. Mientras, los españoles de bien, como buenos fascistas que somos, nos manifestamos en defensa de la democracia, unos por todo lo alto, los ciudadanos, y otros por lo bajini, para no molestar, como el PP de Pablito Casado.
Publicidad
Españistán a toda máquina, un país de borregos, incluso titulados, como el astronauta Pedro Duque, que no acaba de adaptarse a la Tierra donde, además de no dar un palo al agua como ministro de Ciencia e Innovación (jajajajaja, ¿ministro de qué que de qué?), decide cargarse a ilustres nombres de nuestras Ciencias de los premios nacionales de Investigación, como Juan de la Cierva, Ramón y Cajal, Menéndez Pidal o Torres Quevedo, entre otros, acusados de “hombres” según este Gobierno de analfabetos que ahora, otra vez y ante la tormenta desatada, rectifican. Pues ya no me vale, salvo que se rectifiquen ellos mismos dimitiendo. Ni orgullo gay ni gaitas multicolores, como el orgullo de los ignorantes no hay nada en España. Antes un burro orejón aspiraba a disimular lo máximo posible su condición e incluso mejorar. Hoy, hacen gala de ello, presumen, y hasta los padres lloran emocionados de tener un tonto en la familia. ¡Qué vergüenza, un Premio Nobel en casa! Y si además de tonto, sale futbolista o macarra televisivo, qué les voy a contar. España gime.
Pero lo peor, lo peor de estos terroristas del desconocimiento y de la maldad es que se jacten de sus propios crímenes de lesa humanidad (freír cerebros es un depurado exterminio) y son tan bestias que se cargan sin recato la memoria de Santiago Ramón y Cajal (y la de Alexander Fleming si hubiese sido español). Creo que deberían retirarles sus Premios Nobel y dárselos a Belén Esteban y a Samantha Fox.
Veo a Ramón y Cajal en un modesto busto que le fue erigido en los jardines del Hospital Español de Ciudad de México, y leo entusiasmado dos máximas del científico español allí grabadas, y que le marco a fuego a Pedro Duque: “Procuremos agradar e instruir. Nunca asombrar”. Y la otra aún mejor: “¿No crees en el alma? Obra como si existiera”. Pues eso, palurdos.
Disfruta de acceso ilimitado y ventajas exclusivas
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión
Publicidad
Utilizamos “cookies” propias y de terceros para elaborar información estadística y mostrarle publicidad, contenidos y servicios personalizados a través del análisis de su navegación.
Si continúa navegando acepta su uso. ¿Permites el uso de tus datos privados de navegación en este sitio web?. Más información y cambio de configuración.