San Blas está cerca. Los vendedores de gargantillas ya se dejan ver por los lugares habituales con su mercancía colorista y profiláctica, porque están ahí ... para proteger nuestras gargantas de los fríos de febrero, que no son nada buenos. La cigüeña del “cható” ha regresado y prepara el nido. Me llama la atención que la gente joven, tan ajena a la mayoría de los asuntos de la tradición, se sienta, sin embargo, atraída por las gargantillas de San Blas y se las pongan. A lo mejor son las abuelas. En fin, se ven gargantillas y apuran los puestos de castañas la temporada esperando a ver cómo viene la siguiente, que algo nos dirá la vela de la Candelaria cuando regrese al templo apagada o encendida. Vienen días con mucha carga tradicional: San Blas, Águedas, Candelas... Esto va a ser un sin parar. Febrero se nos va a pasar volando.

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Los seres humanos somos adictos por naturaleza y esto nos hace manipulables, y las corporaciones, instituciones, gobiernos, empresas y demás lo saben y se aprovechan. Es el punto de arranque de “El enemigo conoce el sistema”, libro que fue un superventas el año pasado y que el viernes presentó su autora, la periodista Marta Peirano, en la librería corsaria. Es un libro que perturba porque muestra nuestra fragilidad ante la tecnología y revela qué despistados andamos. Hay esperanza, me dice Marta, pero pasa porque seamos conscientes del problema, como ante cualquier adicción, para tomar medidas. En la cita veo muchas caras de preocupación. Diferentes a las de la presentación —el mismo día y a la misma hora: Salamanca es así— del libro “Un alfabeto para Emma Suárez”, de Javier Tolentino. No voy a reventar el misterio que late en la fascinación de Tolentino por Emma Suárez, porque para eso está el libro. Yo también me fasciné con su “Julieta” de Almodóvar. Fue una cita de cine, en la Casa de las Conchas, con gente de cine y adictos al “séptimo vicio”, que es el nombre del programa de Tolentino en Radio 3. Chema de la Peña —muy activo—, Gabriel Velázquez —de promo—, Miguel Martín, “Miguelón”, ideando proyectos, Ana Chaguaceda, esperando novedades de don Miguel... No le gustó a Tolentino la peli de Amenábar. La veo fría, me dijo, no es la Salamanca que conozco, no la reconozco. Porque ahí donde le ven, Tolentino forjó su devoción al cine en Salamanca: traicionaba al Derecho en el cine-club de la “Ponti” y otras salas. Ya entonces era un tipo peligroso, y hoy es una de las referencias de la información cultural, lo que incluye el cine. Solo tiene un pero, que no le gustan las croquetas. Ni las del Novelty, a las que era tan aficionado don Gonzalo Torrente Ballester. Fue una tarde de viernes de libros, porque también la obra del Liceo, “El coronel no tiene quien le escriba”, fue novela antes que texto teatral, de Gabriel García Márquez. No he podido ver a Imanol Arias en el papel principal, lástima. Cosas que pasan.

Vuelvo a las gargantillas para plantear si a las ninfas chinas de la Plaza Mayor, obra de Xu Hougfei, no habría que ponérselas, porque solo faltan que se nos resfríen o pillen un virus, que mire cómo está el asunto. Miro el conjunto con asombro. El contraste o diálogo, como se dice ahora, con el barroco de la Plaza Mayor y su simetría solemne es alucinante. Como lo fue con aquel burgués de Rodin o el elefante de Barceló haciendo equilibrios sobre su trompa. Todo encaja en la Plaza Mayor y es otra de sus grandezas. Por cierto, acabo de recordar que me comprometí a comprar gargantillas a mis ahijadas de la Tuna Universitaria Femenina, que las pobres, con sus rondas, y de noche, pasan lo suyo.

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