En la maravillosa Escalera de la Universidad de Salamanca, lección humanística entonces, que hoy, 8-M, sería llevada a la hoguera o la escombrera es ... protagonista una “laboriosa abeja”, como la llama Enrique Sánchez Reyes en su libro “La lección humana de la Universidad de Salamanca”. La Escalera es un relato en la que “el bien, todo lo que representa lo bueno, está colocado a la derecha, debajo de esa laboriosa abeja”. Entre “lo bueno” hay un varón que la señala con el dedo y monta a horcajadas a una mujer “que voluntaria y dulcemente se le ha sometido”. La composición tiene su reverso al lado donde una mujer cabalga a un hombre al tiempo que ella señala a una araña, símbolo del enredo. La citada es una abeja famosa y puede que muy pronto sea la única que veamos por Salamanca. Bueno, y las del escudo de Béjar, que también se encuentran en el de la Diputación Provincial. Hace unas horas escuché a un apicultor salmantino, Domingo Canete, hermano de un tocayo, alertar de que cada vez más colegas se están dando a la fuga, dejan las colmenas y se ocupan en otra cosa, y sobre todo de que pronto no habrá abejas, exterminadas por la varroa, un ácaro cabrón que está acabando con ellas sin que desde los despachos o laboratorios se haga nada. Tengo el miedo en el cuerpo porque un mundo sin abejas pinta muy feo para que permanezcamos en él. Al ácaro asesino se le suman, escucho a otros meleros, las miserias del campo de hoy, la desidia (¿intencionada?) del Ministerio por un etiquetado que evite el fraude y la penalización a nuestra miel y la ocurrencia de un veterinario de explotación, que esto tiene a los colmeneros, meleros y pastores de abejas cabreadísimos porque no les da más de sí el dinero y encima no sirve para nada. Y qué sentido tiene un veterinario de explotación cuando las colmenas y las abejas son trashumantes. Pues eso, un capricho, me dicen, de un funcionario que se ha empeñado. Y pregunto por qué un veterinario y no un entomólogo, ya que tratamos con insectos. Con este plan de existencia van mañana nuestros apicultores a Madrid a ver si les escuchan y hacen caso.

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Se nos alerta, pues, de que nos quedamos sin miel. Adiós a las garrapiñadas de ferias y romerías, a los pestiños de la Semana Santa, que viene, que viene, adiós a echarle miel al queso fresco y al curado, a la leche cuando el bicho “okupa” la garganta, adiós al turrón de La Alberca, de mi amiga Mari Luz Lorenzo y de sus vecinas las Mancebo, y al turrón de piñones de los obradores de Alba de Tormes, qué disgusto, Santa Teresa, a morder panales, que es gloria bendita, como lo son las torrejas si las riega con miel o simplemente el pan, o pone miel entre dos obleas de nuestro Cipérez. Vamos, que el asunto es serio. Tengo escrito que ya me gustaría, ya, que la vida fuese siempre miel sobre hojuelas, o una luna de miel, como la que cantaba Gloria Laso, y he recordado a Machado, Neruda y Lorca, y a Cela, el dulcero bejarano y al autor de la “Colmena”, añoro el arrope y calabazate murciano. Corre por el Cantar de los Cantares y fue lo primero que tomó Jesús después de resucitar. Y temo que los poetas dejen de proclamar ojos del color de la miel o la dulzura melosa del amor. El asunto es serio. Si no hacen caso en Madrid, donde esto, sospecho, no les importa, no habrá más abejas que la de los dibujos animados, la del escudo de Béjar y la universitaria. Vaya panorama. Cuando vean los que vengan la maravilla natural del Meandro Melero se perderán el origen de su nombre y qué decir del apellido Melero, tan conocido por aquí.

Se va a celebrar un congreso internacional sobre Santa Teresa de Jesús en Alba y Salamanca, la monja andariega, que pegaba la hebra con Dios entre pucheros y quizá por haber visto la Escalera de la Universidad de Salamanca recomendó no ser araña que todo lo que come emponzoña, sino abeja que lo convierte en miel. Mi profesor Daniel Sánchez defendía con vehemencia que su Santa era una feminista en su época. Hoy sigue presente en obras de teatro y novelas que se verán en ese Congreso.

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