AL gobierno no le gustan ni los toros, ni los peces. Quizá le resulte extraña la mezcla que le acabo de hacer, pero es así. A los primeros los excluye de las últimas ayudas aprobadas para los jóvenes y la cultura. Y a los segundos ... los discrimina en su última ocurrencia legislativa.

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Empecemos por los peces. No sé si sabe que el ejecutivo planea aprobar una ley de bienestar animal. Hasta ahí todo correcto. El problema llega cuando el afán por proteger a las mascotas, acaba convertido en una serie de medidas grotescas, que exageran sus derechos y limitan los de sus propietarios. La nueva norma que sobreprotege a los animales de compañía, incluye que quien tenga un perro deberá hacer un curso de formación, cuando, por cierto, no estaría de más que alguno hiciera antes uno de educación. También se regula la soledad de los animales.

No podrán estar sin nadie más de 24 horas en el caso de los perros y tres días para el resto, en un país por cierto, con más de dos millones de personas mayores que viven solas, sin que haya una ley les ampare. Y además se prohibirá la venta de animales en tiendas, excepto si son peces.

Es decir, que el ejecutivo presupone lacerante y humillante la exhibición en un escaparate de un pájaro, un periquito, una iguana o un hámster, pero no la de un pez. Quizá será porque dan por bueno el falso mito de que solo tienen 30 segundos de memoria y por lo tanto, pensarán que se olvidan cada medio minuto de que están en venta.

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Si todo esto le parece surrealista, no lo es menos la exclusión de los toros del bono joven de la cultura. Un político puede ser ignorante, pero lo que no debe es ignorar la ley. En España los toros son patrimonio cultural, porque así lo han votado el Congreso y el Senado. Por eso, es insólito que el ejecutivo haga una interpretación de la cultura según sus gustos o sus aficiones. Es tan arbitrario e injusto como si aprobaran una subvención al deporte y dejaran fuera al kárate, porque no les complace.

A estas horas ya habrá entendido el por qué del título de esta columna. Puede parecer incoherente a simple vista, pero no tanto como algunos desvaríos de este gobierno. Y eso por no hablar del daño que hacen a los propietarios de las tiendas de animales y a las miles de familias que viven del toro de lidia.

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A veces, da la sensación de que los ministros entran en un bucle y le dan vueltas a las cosas, como si estuvieran en una pecera. Lo malo es que al final solo acaba saliendo a la superficie lo más absurdo como en el caso de los peces, o lo más sectario como en el de los toros.

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