Salamanca es un museo en la calle, como escribió Eugenio García Zarza, gran enamorado de la geografía, la historia y el paisaje de esta ciudad. ... En ella, el llamado turismo cultural se percibe cada día en el incesante deambular de visitantes que, bien sea en grupos organizados, en familias o en individualmente, se agolpan ante los monumentos, irrumpen en espacios comerciales, se pasean por los diversos lugares singulares que ofrece el centro urbano (patios, claustros, callejas, plazas y plazuelas) e incluso visitan algún museo.

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Hablando de museos, siempre me ha atraído el del Comercio y la Industria, acaso porque paso por delante de él varias veces al día. Sorprende, de entrada, la singularidad del edificio en sí, con una sólida estructura de ladrillo visto, en forma de aljibe, y un impresionante abovedado. No en vano fue antiguo depósito de aguas de Salamanca. De ahí el nombre del aledaño Camino de las Aguas, en alusión a la máquina de vapor que en tiempos hacía subir el agua desde la Aldehuela para su distribución posterior a la ciudad.

En el vestíbulo nos topamos con el calendario de cuaresma en la engalanada figura de “la Cuaresmera”, mujer de siete piernas que representa simbólicamente a otras tantas semanas de que consta la cuaresma. Siguiendo la tradición, cada domingo se le va recortando una de las extremidades hasta perderlas todas a la llegada de la Semana Santa propiamente dicha.

El visitante curioso descubrirá en este museo el origen de algunos nombres del callejero a la vista de interesantes documentos explicativos de la actividad mercantil, documentada ya desde la Edad Media. Todo un despliegue comercial en torno a la iglesia de San Martín y a los “cajones firmes” que se derribarían para construir el Pabellón Real de la actual Plaza Mayor. Sobrevivieron el Corrillo de las Hierbas, la Plazuela de los Peces, de la Verdura, del Peso, etc.

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En el museo hay una vara de medir y un rasero, junto con otros aparatos de medición y contabilidad, como la “tarja”, sin olvidar el primer sistema de molturación por cilindros –gran novedad para conseguir la mejor harina a mediados del XIX— o el método de fabricación de velas “por capas”.

El Museo del Comercio no se encuentra en la ruta habitual por donde se desparraman los turistas. Hay que acercarse ex profeso para contemplar multitud de elementos que configuraron el pasado mercantil e industrial de Salamanca. Allí nos espera toda una variedad de muestras artesanas, instrumentos, maquinaria, cartelería y utillaje artesanal para trabajar el cuero y la orfebrería. Una sala acoge el viejo estudio de Radio Salamanca, así como gramolas y tocadiscos (“los sonidos del ayer”) en exposición permanente. ¡Ah! Y el kiosco de Ángel. Todo ello bien explicado y organizado por Miguel García Figuerola y su equipo.

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