“Naufragar me es dulce en este mar”
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Nunca me había planteado la muerte hasta hace poco. Hasta la reciente muerte de mis padres digamos ... que viví con una edad “vital” de 13 años, que es cuando dicen que más o menos el ser humano adquiere conciencia de la muerte. Hasta ese momento, cuando el cataclismo de la soledad me cayó de golpe, veía la muerte como una ordinariez, como si la gente no tuviera otra cosa mejor que hacer...
Y ahora estoy peor, muchísimo peor, pues veo la muerte no como un final de cada uno, sino como el final de todos. Murieron Paul Newman y Elizabeth Taylor y adiós el brillo de Hollywood; murió Adolfo Suárez, y adiós la concordia, el “savoir faire”, y el placer de fumar un “Ducados”; murió Ángel Nieto, y con él se fue la España coraje que nació de las tinieblas... Ahora muere Sánchez Ferlosio, y muere con él gran parte de la lucidez intelectual —y crítica— que nos quedaba, aunque fuera voz de minorías en la selva digital. Para la gente de 50 años para abajo, Ferlosio no era nadie, si acaso un anciano cascarrabias que arrasaba con todo en las pocas entrevistas que concedía. El autor de “El Jarama” era desde hace años casi la única voz autorizada en un mundo banal. Desprovisto del pesado equipaje del futuro, no mostraba buenismo alguno en sus aceradas críticas al sistema, contra nuestra pobre sociedad. Se ciscaba en la cultura, porque la cultura ya no existe. Muere Rafael Sánchez Ferlosio y muere una conciencia social... que no tendrá recambio.
Lo que muere hoy queda definitivamente enterrado, pues las nuevas generaciones carecen de pasado, de futuro, y de conciencia. Como decía Ferlosio desde sus zapatillas de cuadros, hoy todo es ocio. Ferlosio, vinculado a Salamanca por su matrimonio con Carmen Martín Gaite y por haber tratado con Ignacio Aldecoa, también alumno de nuestra Universidad aunque nunca recordado aquí, muere y con él se lleva otro pedazo de la civilización. Y así, uno tras otro, hasta que nos quedemos, todos, vagando en la nocturnidad del espacio, sin nada que crear ni nada que reconocer.
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