Raro es el día que Isabel Díaz Ayuso no hace méritos para que me guste un poco más. E imagino que también a una legión ... de españoles, “ayusers” como yo, necesitados de políticas valientes y sensatas, de soluciones y de escuchar que a las cosas se les llame por su nombre y no dando interminables rodeos para no llegar a ninguna parte, es decir, el maldito virus de lo políticamente correcto.

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La penúltima acción de la presidenta de Madrid ha sido romper con Vox, partido que la sostiene, cansada de los desaires de Rocío Monasterio y de los peligrosos palos en la rueda de su Gobierno que, como todos sabemos, tan eficaz viene resultado para envidia de muchos. El último palo de Vox fue votar contra las deducciones fiscales a inversiones extranjeras o de españoles repatriados, algo del todo incomprensible salvo que se busque “dar la nota” populista, que los de Abascal justifican con que dichas deducciones tienen que ser para todos, y para los españoles primero, cuando una cosa no tiene nada que ver con la otra.

Ganas de enredar en un partido al que claramente se le está yendo la cabeza, con actitudes “trumpistas” y estériles, y cito los gravísimos envites parlamentarios contra Ayuso en Madrid, la incontinencia verbal de García-Gallardo en Castilla y León y la reciente e inútil moción de censura. Me defrauda Vox porque está dando muestras de ser un “Podemos” en la derecha y empeñado en dilapidar los legítimos motivos por el que millones de ciudadanos de bien pero muy cansados les votaron.

Y ante tanto despropósito, Ayuso, en este caso con el necesario respaldo tácito de Feijóo, ha tomado las riendas de la política nacional cortando por lo sano con Vox, en una decisión que la engrandece, pues a estas alturas de curso no parecía lo más inteligente. Pero tonterías las justas, imagino que habrá pensado la presidenta, caracterizada por su valentía y consciente de que está prácticamente sola -una vez descabalgada “mi” Cayetana Álvarez de Toledo- frente al invasor, que no es otro que un universo político minado por la mediocridad, los pusilánimes, los estómagos agradecidos y los horteras (generalmente sinónimo de corrupto).

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Ayuso no es una política-florero, como quisieran tantos machistas -por cierto, la mayoría de izquierdas-, pues solo ella ha conseguido hacer valer otra manera de gobernar y gestionar, lo que yo llamo el “modelo Ayuso”, rodearse de los que crees los mejores y ser valiente, pues el ciudadano por muy anestesiado que esté por los “pablosmotos” y las “georginasrodríguez” necesita que alguien le saque de la nada ingrávida en la que ahora mismo vive España.

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