La supuesta vida fácil del artista, del privilegiado en palmitas libre de todo mal, resulta que no lo era tanto. Hasta Don Joaquín Sabina, el ... que negaba en falso todo eso que propaga su caricatura de noches intensas, toneladas de tabaco, litros de alcohol y montones de cocaína, el superviviente de tantos excesos, puede sufrir un ridículo y vulgar accidente. Como cualquiera. Un foco que deslumbra, un pie fuera del escenario, una caída de dos metros, un bombín que no cumple con las reglamentarias funciones de casco autorizado y un pequeño derrame cerebral.

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Afortunadamente Sabina se ha recuperado y estos días regresa a casa fumándose un cigarrito de esos de pega, lo cual es una buenísima noticia para todos los que nos calentamos el corazón con sus canciones. Pero su accidente nos vuelve a corroborar que también ellos, nuestros artistas, se la juegan, como cualquier anónimo obrero en el andamio, cualquier minero en el pozo, o cualquier marinero mojándose el culo por peces en altamar. A pesar de la leyenda que inventa mecanismos para la mitificación, no todos nuestros héroes se marchan con la aguja inyectada en un brazo, el hígado empapado en alcohol, o derribados por de ese castigo divino que los puretas ligaban a la promiscuidad.

Como las luces y los focos que ciegan a pie de escenario, ahí están los desmayos ante la angustia y la responsabilidad de una noche soñada y ahí están esas carreteras que recientemente se llevaron a Patxi Andión como antes se habían cebado con Nino Bravo, Cecilia, o Tino Casal. Ahí están las ordinarias depresiones y desequilibrios mentales que procura vivir en una profesión que como una montaña rusa te sube hasta las nubes y sin motivos te empuja al pozo más oscuro del olvido. Ahí están las voluntarias huidas de Hilario Camacho o Juan Antonio Canta en busca de las razones de ese éxito o fracaso. Y ahí está también el cáncer, la más puñetera, masiva y democrática de las enfermedades que se ha ido llevando a tantos cantantes queridos y admirados: Rocío Jurado, Humet, Rocío Dúrcal, Bimba Bosé, Mari Trini, etc.

Nuestros mitos, los inmensamente privilegiados, los de la supuesta vida fácil, parece que finalmente están hecho de nuestro mismo barro y sujetos a nuestros groseros peligros.

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