Las campanas de San Juan de Sahagún tocaban a muerto con esa elocuencia tan propia del bronce fundido, solo comparable a la del saludo militar, ... porque el reconocimiento castrense ante un féretro está cargado de una solemnidad y electricidad especial. Hablo del funeral de Juan José Aliste, de cuya biografía ya se ha dicho todo y solo debo insistir en lo que representaba, que era mucho, y expresaba con su permanente sonrisa -aunque la procesión fuese por dentro- que vi por última vez hace pocos días en el Paseo de Carmelitas, a la altura, más o menos, del colegio de Juan Jaén, de ahí que su pérdida, en este tiempo de pérdidas, me haya sorprendido y agitado. Capitán Aliste, así era conocido, como si fuese el título de una novela, y así debería llamarse la glorieta que se le va a dedicar. Capitán es un término que se asocia al latín y a cabeza. Va en cabeza, dirige, lidera. Capitán es un concepto serio si pensamos en marina y ejército, e igualmente responsable en cuestiones deportivas. En rugby, el capitán es el único que habla con el árbitro, como si fuese un médium con la deidad suprema. A su modo, Aliste nos lideró con su ejemplo en los malos momentos, así que sí, echamos ya mucho de menos el símbolo que era.

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Me dio que pensar que horas antes del sepelio, el alcalde, Carlos García Carbayo, hubiese visitado el mirador de las estrellas en Chamberí, que hará la competencia a la sala del “Cielo de Salamanca”, que es otro mirador celestial. El de Chamberí no es solo un espléndido observatorio estelar, también lo es del sky line salmantino, con las siluetas de las torres bajo las cuales se intuye la monumentalidad salmantina y el trajín de sus vecinos soportando ya el calor de julio, un calor español, castizo y de mes de vacaciones. Una monumentalidad articulada por plazas y patios, que se preparan para acoger a un nuevo verano cultural, con cine incluido, ahora que Chema de la Peña anda por aquí rodando y salas vuelven a su ser. En un momento de la biografía de nuestro Rubén Martín Vaquero -libro que reclama una mejor edición- se pregunta cómo habremos compartido (los españoles) durante más de quinientos años tierra, vuelos, posadas y luceros, y yo creo que, en parte, porque el calor del verano nos aletarga, sume en una modorra general y durante los meses veraniegos nos olvidamos unos de otros hasta entrada la noche. El libro de memorias se titula “De la Plaza Mayor a la Chinchibarra”, que es un espacio interesante, tallado a lo largo del siglo XIX de forma especial, por el que transita su anecdotario vital y sus reflexiones sobre la vida y la realidad.

¿Cómo se recordará este tiempo pandémico en los libros de memorias? Quizá nuestra Sheila Blanco, protagonista este pasado domingo de un dominical nacional, pueda concentrar lo que hemos vivido en uno de sus vídeos cantados de clásicos. Podría intentarlo. Otra de las nuestras, Guadalupe Lancho, sin duda la mejor versión sobre las tablas de Sara Montiel, estará en “Mercado Central”, en las sobremesas, un territorio que ya exploró en “Amar es para siempre”, con Sayagués. El teatro presencial, más allá de “Plazas y Patios” y “Noches de Cultura”, vuelve a tener su cita en Ciudad Rodrigo, donde entran en el programa oficial “La Chana”, o sea Jaime Santos y Aurea Pérez, dos históricos de nuestra escena, y los “absurdos” Alfonso Mendiguchía y Patricia Estremera, o sea, “Absurdos teatro”, también con su pasado, aunque doy por seguro de que habrá más salmantinos en los carteles feriales de Ciudad Rodrigo, cuando el eco de las campanas doblando por Aliste se haya apagado.

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