Salamanca, en los últimos años, ha tropezado una y otra vez con la misma piedra, y lo hace con una tozudez y un orgullo insanos: ... considerar al español, nuestro gran idioma, como un bien en propiedad. La lengua no es una caja de melocotones de Calanda (querido Luis Buñuel, este guiño va por ti), no es patrimonio de nadie, y ni siquiera nosotros, los salmantinos, los castellanos, hablamos el mejor español, el más puro, como la leyenda urbana quiere hacernos creer. Craso error: cualquier niño de la provincia de Darién -por donde anduvo nuestro paisano Juan Vázquez de Coronado-, cualquier vendedor de tacos callejeros de Ciudad de México, o cualquier mesera del Eje Cafetero colombiano lo manejan mejor que nosotros...

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Me gustaría, y así lo vengo reclamando desde hace lustros, que fuéramos más humildes y tuviéramos los objetivos más definidos. Ahora, con el anuncio de Madrid de crear una Oficina del Español, en Salamanca se ponen nerviosos reivindicando nuestra “hegemonía” en la enseñanza del idioma. Pero tranquilos, pues el nuevo departamento que promueve Ayuso es una gran idea pero a su mando no ha puesto a la persona adecuada, ya que estamos necesitados de perfiles técnicos contrastados y no políticos como el de Toni Cantó. No obstante, Madrid es mucho Madrid y Salamanca no debería mirar tanto su ombligo, sino mover ficha, buscar alianzas, como ayer mismo se opinaba en estas mismas páginas (“Rival o aliada”). De lo contrario, advierto, volveremos a perder otro tren, y ya estamos exhaustos, empobrecidos y sin nada que ofrecer por muchos profesores americanos que sembremos en la solanera de la Plaza Mayor.

Cada cual tiene que estar en lo suyo con los recursos y apoyos necesarios: la Universidad entrenando su músculo académico y vertebrador, las escuelas de español creando riqueza, y el Ayuntamiento “haciendo” una ciudad más moderna.

Nadie va a venir ya a Salamanca “engañado” por las excelencias de nuestra enseñanza. De hecho, la mejor escuela de español estuvo en Barcelona hasta que los nazis aldeanos del independentismo se la cargaron, porque con el catalán, como todo el mundo sabe, eres el rey del mambo de Nebraska a Brisbane. Pero luego, desmontada la academia barcelonesa, surgieron nuevos rivales como Granada (y su atractiva oferta de playa, nieve, cultura y juerga), y ahora Madrid que, aunque ya tenía su porción del pastel, quiere más.

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No podemos seguir buscando la rana de la Universidad. Necesitamos acción y compromisos decididos, como reactivar unos cursos de verano de auténtico lujo: conocimiento, educación en español y prestigio. Esa es la Salamanca que se abriría al mundo.

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