De acuerdo que la grosería y la mala educación campan desde hace tiempo a sus anchas por las bancadas que ocupan nuestras Excelentísimas Señorías. De ... acuerdo en que aunque pocos grupos parlamentarios se libran de esta pendenciera tónica general, puede que sean los amigos de Vox los que más han contribuido a este alboroto generalizado de insultos e improperios, más propio de una banda de holligans lanzando recados al colegiado de un partido de fútbol que de los eminentes inquilinos de esa noble institución que supuestamente nos representa (baste recordar las lamentables interrupciones de García-Gallardo a Igea en nuestras cortes autonómicas). Pero ¿somos realmente machistas todos los que podamos criticar la labor o la capacidad de la ministra Irene Montero? ¿No se estará estirando como un chicle el adjetivo de machista, como se viene haciendo por otra parte con el término fascista, para arrojarlo como un ladrillo a la cabeza de aquellos cuyas opiniones no concuerden con las de las huestes de otro de los personajes más tóxicos y crispadores de nuestra política actual, el ínclito Pablo Iglesias? Machistas, según Pablo e Irene, son los jueces, por no saber interpretar las leyes como ellos preveían, en vez de como su chapucera Ley del Solo Sí es Sí les ordene.
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Y ahora también, redomados machistas somos los que nos permitamos sugerir que más que por méritos propios puede que la ministra ocupe su actual cargo por intercesión de su pareja. Obviamente quedaría exonerado de esa categoría Pablo Iglesias, aunque él también sostenga desde hace tiempo que Ana Botella ocupó la alcaldía de Madrid por influencia de su marido, el por entonces presidente del Gobierno.
¿De verdad somos tan ingenuos de creer que en el mundo de la política no existe el enchufismo? ¿Estamos seguros de que no hay ningún cargo nombrado a dedito por la intercesión de otro más poderoso e influyente bien sea porque es un familiar, amigo, o incluso, su pareja?
Lamentablemente sabemos que existen y que estos beneficiados pueden ser tanto un hombre como una mujer. Si el feminismo es no hacer distinción de género, lo realmente machista sería no denunciar el enchufismo, la influencia o el favoritismo por el hecho de que el beneficiado sea una mujer. Seamos por tanto consecuentes y dejemos a un lado el victimismo. Y también las lágrimas.
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