Me han enviado una fotografía en la que aparezco delante de tres impresionantes tractores que avanzan por Canalejas. La imagen tiene algo de aquella legendaria ... de la Plaza de Tiananmen, pero pacífica, ni me siento héroe ni amenazado. También tomaba una fotografía de los tractores en fila de a tres ocupando todo el paseo hasta donde se perdía la vista, que podría haber sido una de las mil imágenes representativas de ese día, del enfado del campo, de la incompetencia de muchos, que, probablemente, no se dieron por aludidos esa jornada en sus despachos ignorando lo histórico de la fecha. Enero se ha despedido a lo grande, con esta movilización, un oscuro crimen de novela negra, con su planteamiento, nudo y desenlace, y lo sabe el comisario, Luis Jesús Esteban, y la marcha del Reino Unido de la Unión Europea, a la espera de que quizás veamos a ese reino no tan unido de ahora en adelante, y algo se nota ya en el Seis Naciones de Rugby, que acaba de comenzar. Mientras todo eso sucedía se nos apagó una maravillosa luz, la de María Cecilia Martín, con casi cien años de vida intensa, sobre todo en lo artístico. Con su pintura hizo el entorno más hermoso y luminoso, y nos enseñó a verlo de otra manera. Una mujer excepcional. Su marcha, en esta cadena de sucesos, ha coincidido con una nueva muestra de Venancio Blanco en su casa artística de Santo Domingo y con otra del maestro Ramiro Tapia en La Salina. Podría ser un homenaje imprevisto. Hoy lamentamos que se haya ido sin el Castilla y León de las Artes, pero nos alegramos de que en marzo de 2014 se le reconociese su implicación en cambiar la mirada del mundo artístico salmantino hacia la mujer, que apenas era vista como modelo. Ella fue clave para ese cambio y abrió camino a otras mujeres: la vela que va delante es la que alumbra. La imagino delante de grandes santones reivindicándose como me veo ante los tractores, que no son molinos de viento sino gigantes de verdad en nuestros campos.

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María Cecilia, que fue una luz, se nos ha ido en la semana de las candelas, que son también las flores del castaño y la encina. Candelario va de fiesta pendiente de la vela de la procesión y con choricero de lujo, Juan Santos, que tanto sabe de las cosas del pueblo. Ser choricero en Candelario o ser matancero en Guijuelo son títulos nobiliarios. Guijuelo, que es lo que es por el ferrocarril, dejó marginado a Candelario. Las matanzas en este pueblo eran lo más parecido al infierno de Dante, según las crónicas; algo que hoy ya solo es historia, como la de aquel Guijuelo aldeano. Me apunto al roscón de Candelario, pero también a las picas albercanas, que nunca se sabe qué protección va a necesitar uno, como escuché a José Luis Puerto, y naturalmente a las chichas de Guijuelo, que ha comenzado su ciclo matancero. Febrero entra siempre a lo grande, con Miranda del Castañar sacando sus mejores galas, La Fregeneda reivindicándose como la más hornacera de la provincia, Ciudad Rodrigo agitando gargantillas al viento y reclamando su “Caridad” en ruinas y Santa Marta haciendo puente entre San Blas y Santa Águeda, por ejemplo, pero podría seguir con Villamayor, Valero, Retortillo...

En la semana que se apagó la luz de Edu, un niño que disfrutaba del fútbol y sus amigos, otra niña, Candelas Casas (felicidades por tu santo), ha tomado el relevo de María Cecilia. Retrata el entorno de su pueblo, Traguntía, con un arte que recibe premios y fascina. Es la única niña del pueblo, lo que suena a metáfora, y más en estos tiempos necesitados de candelas.

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